sábado, 30 de junio de 2018

Idioma y género

Por Daniel E. Novak

Esta es una nota escrita por un economisto que de idioma entiende poco y con el género va tratando de adaptarse a las construcciones imaginarias colectivas (Yuval Noah Arari dixit) de nuestro tiempo.
Los iberoamericanos heredamos un idioma muy rico que, entre otras peculiaridades y a diferencia de otros idiomas como el inglés, califica sus sustantivos, adjetivos y artículos con género. De dónde viene esa peculiaridad y por qué no lo sabemos, pero lo cierto es que en castellano podemos hacer el chiste de cómo hacemos para saber si un can es perro o perra (le hacemos mover la cola y si se pone contento es perro, pero si se pone contenta es perra) y los angloparlantes no.
Si buscamos el significado del género en las palabras nos encontramos con explicaciones como esta:
“En castellano (el género) es una discriminación formal que posee capacidades contrastivas diversas. El sustantivo, el adjetivo y el artículo (así como algunos pronombres) llevan marcas de género. Sirve para establecer concordancia entre un adjetivo y el sustantivo al que califica y entre un artículo y el sustantivo al que actualiza”.
O esta otra:
“El género masculino es la forma no marcada o inclusiva: si decimos ‘los alumnos de esta clase’, nos referimos a alumnos de sexo masculino y femenino; el género gramatical femenino es la forma marcada y exclusiva o excluyente: si decimos ‘las alumnas de esta clase’, no nos referimos también a los de sexo masculino, sino solamente a las de sexo femenino”.1
Es más que comprensible que esta “forma no marcada o inclusiva” del género masculino provoque una sensación de discriminación en las mujeres, sobre todo en casos extremos, como si en una reunión de 49 mujeres y un varón alguien dijera, correctamente en castellano, “nosotros estamos aquí reunidos...”.
Esto ha llevado, con bastante justificación, a afirmar que el idioma castellano lleva implícita una fuerte discriminación de género, no ya por el significado de esta característica en el idioma en sí sino por la desigualdad que se percibe en muchos otros órdenes de la vida entre varones y mujeres en perjuicio de estas últimas.
El problema es que la reacción ante esta situación está llevando a propuestas y prácticas que están haciendo del idioma castellano una suerte de adefesio indefendible aun para mujeres que viven del idioma, como es el caso de algunas escritoras que admiten el problema pero no están dispuestas a escribir de una manera poco menos que ridícula y desarticulada.
Veamos un par de ejemplos de esta reacción, que no por entendible puede ser defendible. El primero es la deformación de los participios activos:
En castellano existen los participios activos como derivados de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es “atacante”; el de salir es “saliente”; el de cantar es “cantante” y el de existir, “existente”.
¿Cuál es el del verbo ser? Es “ente”, que significa “quien tiene identidad”, en definitiva “quien es”. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a éste la terminación “ente”.
Así, a quien preside, se le llama “presidente”, y nunca “presidenta”, independientemente del género (masculino o femenino) de quien realiza la acción. De manera análoga, se dice “capilla ardiente”, no “ardienta”; se dice “estudiante”, no “estudianta”; se dice “independiente” y no “independienta”; “paciente”, no “pacienta”; “dirigente”, no dirigenta”; “residente”, no “residenta”, “ausente” y no “ausenta”.
Explicación que termina con una frase irónica que pone de manifiesto lo desatinado de intentar calificar con género a los participios activos:
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!2
La otra reacción/propuesta lesiva del idioma castellano y del sentido común es la que propicia el reemplazo de las vocales que identifican el género de un sustantivo, adjetivo o artículo por el símbolo @ o las letras x o e. Por ejemplo:
  • L@s alumn@s de esta clase han sido aprobad@s en su mayoría.
  • Lxs alumnxs de esta clase han sido aprobadxs en su mayoría.
  • Les alumnes de esta clase han sido aprobades en su mayoría.
Seamos sensatis: la lucha por la igualdad de género en la sociedad no justifica estas ridiculeces en la forma de hablar y escribir, ni estos adefesios idiomáticos van a resolver el problema de la desigualdad en sí mismo. Pero alguna solución hay que buscar porque también es indiscutible la incomodidad, por no decir la indignación, y la falta de equidad implícita en tener que pluralizar en masculino.
La única solución que me parece viable y rápida, en el sentido de la inmensa cantidad de tiempo que le puede llevar a un idioma cambiar aspectos liminares de su lógica interna, es la de cambiar la titularidad en la inclusividad de género, pasándola, por lo menos por tres siglos, del masculino al femenino. En otras palabras, hacer que el género inclusivo deje de ser el masculino y pase a ser el femenino, y digo por tres siglos como resarcimiento de la situación inversa que rige durante la existencia de la Real Academia Española desde 1713; de paso le daríamos tiempo para que pueda ir diseñando una solución definitiva más inclusiva y equitativa para el idioma. 
Si esto se llevara a cabo, cosa que la RAE podría decidir de un día para otro, podríamos decir en una reunión de 49 varones y una mujer: “nosotras nos encontramos aquí reunidas...”; el idioma castellano seguiría siendo tan rico y expresivo como siempre y la lucha por la equidad de género obtendría otro gran logro sin arruinar el lenguaje.
Así como hace más de diez años iniciaba reuniones de trabajo en una agencia de Naciones Unidas agradeciendo la presencia a “todes”, con cierta ironía de la que hoy me arrepiento, también hice el ensayo más recientemente de pluralizar en femenino en un curso virtual de maestría de una fundación de alcance continental, y la reacción de los maestrandos masculinos de varios países fue muy positiva, adoptando de manera entusiasta esa modalidad reparadora.
De todos modos me queda una gran duda sobre si la RAE sería capaz de dar un paso tan “revolucionario”, no sólo por la tendencia conservadora y tradicional típica de una institución encargada de preservar el idioma a lo largo de los siglos, sino porque, además, de los 29 directores que tuvo desde 1713 ninguno fue mujer y de los académicos de número actuales las mujeres representan tan sólo el 15 por ciento (7 sobre 46). Pero algo van a tener que hacer porque la presión de género sobre el idioma es muy fuerte y cada día más irresistible.

miércoles, 20 de junio de 2018

Las tesis como escritura hermética

El especialista Fernando Alfón sostiene que al escribir una tesis no se pretende que sea leída
Fernando Alfón es doctor en Historia y docente de la UNLP, ensayista, sostiene que existe un mecanismo de jerarquización que instala el criterio de que a la tesis cuanto más críptica se la supone más científica.

viernes, 1 de junio de 2018

Los miles de estudiantes que Vidal no ve

Los quintiles más bajos de ingresos de la población incrementaron su acceso a la universidad entre 2008 y 2015
En contraste con los dichos de la gobernadora, un estudio de la Universidad Pedagógica Nacional muestra que el 31 por ciento de los alumnos universitarios del Gran Buenos Aires pertenece al 40 por ciento más pobre de la sociedad. En 2015 eran 99 mil personas.
“¿Es equidad que hayamos poblado la provincia de universidades, cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega?”, dijo Vidal.
Los números del sistema universitario desmienten a la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, quien cuestionó la creación de universidades públicas en el conurbano “porque todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad”. De hecho, fue justamente con la puesta en marcha de esas casas de estudios en las últimas décadas que pudieron ingresar al sistema educativo superior alumnos que son la primera generación de universitarios en sus familias. Un estudio del Observatorio Educativo de la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe) muestra que entre 2008 y 2015 la representación de los dos quintiles de más bajos ingresos en la universidad pública creció ampliamente por sobre el promedio: los prejuicios contenidos en la mirada de Vidal invisibilizan a más de 41 mil nuevos estudiantes del conurbano bonaerense provenientes de sectores populares.
El relevamiento del Observatorio Educativo de la Unipe desmonta tanto el exabrupto de la gobernadora como el que había expresado pocos años antes Mauricio Macri (“¿qué es esto de universidades por todos lados?”). El informe indica que, si bien los estudiantes que provienen de los sectores populares están subrepresentados en la matrícula universitaria, lejos se encuentran de no formar parte del sistema educativo superior e incluso su participación logró crecer en los últimos años. 
El estudio se basa en datos de la Encuesta Permanente de Hogares (Indec) y destaca que para 2015 en el Gran Buenos Aires el 31 por ciento del total de estudiantes universitarios pertenecía al 40 por ciento más pobre de la sociedad, con un total de 99 mil personas. El informe señala que, si se observa el panorama a partir de 2008, cuando inicia la última oleada de creación de universidades nacionales en partidos del Gran Buenos Aires (las anteriores fueron en el interior), sobresalen tres fenómenos. 
En primer lugar, el total de personas que asisten a universidades públicas creció un 39 por ciento entre 2008 y 2015. La matrícula tuvo un “significativo” aumento, que superó ampliamente el ritmo de crecimiento de la población argentina (menor al 2 por ciento anual).
Y si este crecimiento se mira dividiendo a la sociedad por quintiles de ingreso (en cinco grupos que contienen cada uno un 20 por ciento de la sociedad, siendo el quintil 5 el del 20 por ciento más rico y el quintil 1 el del 20 por ciento más pobre) se ve que ese incremento fue más intenso en los quintiles de ingresos más bajos. Entre 2008 y 2015, la cantidad de estudiantes de bajos ingresos en el total de inscriptos al sistema universitario creció un 47 por ciento para el quintil 1 y un 95 por ciento para el quintil 2. Eso implicó más de 41 mil nuevos estudiantes universitarios en el conurbano bonaerense de hogares de sectores populares. Como referencia, el quintil 2 representa a sectores clase media-baja, cuyos ingresos superan por poco la canasta básica. 
En el mismo lapso y en la misma región, los quintiles más altos, el 4 y el 5, crecieron un 28 y un 21 por ciento, respectivamente, en la matrícula universitaria.

Hijos de trabajadores

En la misma línea, el estudio de las doctoras en Antropología Social Laura Colabella y Patricia Vargas muestra el impacto social de la creación de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), en el partido bonaerense de Florencio Varela. En su trabajo describen el origen social de los estudiantes de la UNAJ, creada en 2009. “Una abrumadora mayoría (de los alumnos) son hijos de antiguos trabajadores rurales de la caña de azúcar, el algodón, el tabaco y la yerba mate, migrantes internos o de países limítrofes, y obreros urbanos, metalúrgicos, de la construcción, de las fuerzas de seguridad, de Gendarmería, Policía, Prefectura y Fuerzas Armadas; y que, en muy buena medida, se iniciaron en el mundo del trabajo en la niñez, mientras sus madres suelen ser amas de casa o empleadas domésticas”.
Pero la política de creación de universidades no sólo hizo crecer el acceso de los sectores bajos y medio-bajos a la universidad, sino también a todos los grupos sociales, incluidos los estratos más ricos. Según el estudio de la Unipe, en los quintiles 4 y 5 la cantidad de estudiantes se incrementó más del 20 por ciento. El informe indica que “esto probablemente expresa cómo la nueva oferta académica del territorio se transformó, no solo en una puerta de ingreso para nuevos sectores a la universidad, sino también en una oportunidad transversal para los distintos grupos sociales que eligen asistir a las universidades públicas”. 
El estudio concluye que el sistema de educación superior cuenta con “gran vitalidad, con ofertas que se despliegan en sentido vertical (presencia de posgrados) y horizontal (tipos de carreras, diversidad de territorios) y con un dinamismo en la demanda que atraviesa a las distintas clases sociales”. 
Además, pronostica que esa demanda probablemente siga en aumento por diversos factores “ya que, si bien las proyecciones de población no marcan un crecimiento demográfico futuro, tanto el desarrollo de la obligatoriedad del nivel secundario como las aspiraciones de movilidad social ascendente, la renovada demanda de calificaciones laborales, y el paradigma de educación para toda la vida seguirán perfilando crecientes niveles de acceso a la educación superior”.
Uno de los coautores del estudio, el sociólogo Leandro Bottinelli, observó que estos datos liquidan otro mito, el que dice que la universidad es un gasto “pro ricos”. “Es la idea de que la universidad pública es un simple subsidio del Estado a los más ricos, que serían los únicos que la usan. Pero las estadísticas muestran que cada vez más jóvenes de otros sectores sociales acceden, por lo que es una inversión cada vez más progresiva”.
En referencia a la propuesta de Vidal de que sería mejor apostar a la educación inicial, Bottinelli dijo a PáginaI12: “No debería aplicarse la lógica de la frazada corta. Esa era una recomendación típica del Banco Mundial de los años 90: privatizar la educación superior e invertir esos recursos en educación inicial. Por suerte, Argentina no recorrió ese camino. Hizo las dos cosas: logró expandir la educación inicial e invirtió en educación universitaria. Es real que la inversión en el nivel inicial mejora mucho la trayectoria de los estudiantes, pero usarlo como argumento para no invertir en universidades es un absurdo”.
Informe: Inés Fornassero.

“Tiene una mentalidad elitista”

Ola de repudios a los dichos de Vidal contra la universidad pública
Autoridades académicas, docentes y estudiantes, entre otros, rechazaron el carácter prejuicioso y discriminatorio de las declaraciones de la gobernadora. Aseguraron que desconoce la realidad social de las universidades.
En la Unlam,el 94 por ciento de los alumnos son la primera generación de universitarios en sus familias.
“¿Es equidad que durante años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas, cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad?” La pregunta de la gobernadora María Eugenia Vidal siguió cosechando ayer repudios desde la comunidad académica, la dirigencia política y distintos espacios sindicales, que coincidieron en señalar su carácter prejuicioso, reaccionario y discriminatorio, así como destacaron su falsedad, dado que los datos oficiales muestran que las universidades creadas en las últimas décadas en el conurbano bonaerense han ampliado el acceso a los estudios superiores de los sectores sociales de bajos ingresos. La propia Vidal, después del masivo rechazo que recibió, impostó un discurso a favor de la educación pública, pero sin retractarse de sus dichos.
“Da vergüenza ajena lo que dijo Vidal”, apuntó Jorge Calzoni, rector de la Universidad Nacional de Avellaneda, para quien la gobernadora “tiene una mentalidad elitista”. Mario Lozano, ex rector de la Universidad Nacional de Quilmes y actual director general del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), opinó que las declaraciones de la gobernadora “son discriminatorias e ignoran el rol de movilidad social que las universidades del conurbano representan para miles de familias bonaerenses, cuyos hijos son primera generación de universitarios”. Como publicó este diario, universidades asentadas en el conurbano como las de La Matanza, Moreno, Tres de Febrero, General Sarmiento o Arturo Jauretche (Florencio Varela), entre otras, tienen una matrícula compuesta entre un 74 y un 94 por ciento por alumnos que son primera generación de universitarios en sus familias.
El ex ministro de Educación Alberto Sileoni vinculó al imaginario que se desprende de las palabras de Vidal con el neoliberalismo que “aborrece la igualdad. El pensamiento de la gobernadora lo ratifica, tristemente, una vez más. Para que los más pobres accedan a la universidad hay que tener una política de expansión y sostener la inversión educativa, que viene decreciendo año a año. Hay que acercar la universidad a las comunidades. Cercanía que no es solo geográfica, sino también humana y cultural; la universidad ubicada en los barrios más populares pasa a ser un derecho ‘a mano’, y deja atrás su imagen distante e inalcanzable”.
Con unanimidad, las federaciones de docentes universitarios expresaron su repudio. “No sobran universidades, falta presupuesto”, remarcó la Conadu Histórica. “A cien años de la Reforma Universitaria, la pueril falacia de la gobernadora es en realidad una ensayada articulación discursiva que busca en primer lugar erosionar a la universidad pública y, además, excluir a ‘los pobres’ de su condición de sujetos del derecho a la educación superior, en un claro acto discriminatorio –planteó la Conadu–. En la Argentina, la educación superior es un derecho y su garantía una responsabilidad del Estado, gracias a cien años de lucha de nuestro pueblo contra las visiones elitistas como las que expresan Vidal y el gobierno de Cambiemos.” Para los docentes de la Fedun, las palabras de la gobernadora “manifiestan un flagrante desconocimiento de la realidad social y se fundamentan en un rechazo profundo de la educación pública”. En particular, enfatizaron que de no existir las universidades del conurbano “dado el alto costo que tiene el transporte público –que sigue aumentando–, la educación universitaria estaría vedada para muchos estudiantes que hoy cursan sus carreras en esas casas de estudios. La mayoría de ellos son primera generación de universitarios en sus familias. Esto pareciera ser invisible a los ojos del Gobierno”. 
Desde el sector político hubo múltiples rechazos, especialmente desde la oposición. Aunque no abundaron, también se pronunciaron algunas voces afines al oficialismo. Por ejemplo, Franja Morada se vio obligada a salir al cruce de la gobernadora. La regional Buenos Aires de la agrupación radical le recordó los valores del reformismo universitario y reivindicó la educación laica de libre acceso, la ayuda social a los estudiantes, la relación obrero-estudiantil: “Como reformistas garantizamos y defendemos estos ideales, y no vamos a permitir que usted o cualquier otra autoridad degrade la supremacía de la educación pública, ni al pueblo que es garante de ese derecho”, le avisaron. A su vez, el dirigente radical Ricardo Alfonsín expresó su “sorpresa por los dichos” de Vidal y consideró que “es cierto que la pobreza representa limitaciones severas para acceder a los derechos, pero la respuesta no es terminar con éstos, sino con la pobreza. Y, mientras tanto, hacer lo necesario para reducir sus limitaciones: por ejemplo, facilitar el acceso a la universidades. Espero que no se pretenda arancelarlas o cerrarlas”.

“Prejuicio de clase”


Las críticas de rectores, docentes y estudiantes que salieron al cruce de las palabras de la gobernadora María Eugenia Vidal contra las universidades públicas bonaerenses tuvieron su correlato en las redes sociales, donde muchos desmintieron a Vidal con historias personales. Muchos de ellos, la mayoría, primera generación de universitarios en su familia, presentaron relatos que contradicen ampliamente a la gobernadora, quien anteayer se preguntó si es justo “llenar la provincia de universidades públicas, cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad”.
En contra de los prejuicios de la gobernadora, una becaria del Conicet, que se autodefinió como “docente en otras universidades conurbaneras”, contó: “Soy primera generación. Hija de una empleada doméstica sin registrar y de un remisero. Hoy estoy a punto de recibirme de Doctora en Comunicación”. Y así siguieron muchos más, politólogos, docentes y otros cientos de licenciados con títulos en universidades públicas contaron sus historias. “Soy politóloga de la UBA. Mi papá es peluquero y mi mamá ama de casa. Ninguno terminó el primario. Estos comentarios me hacen llenar los ojos de lágrimas”, señaló una usuaria de Twitter. 
Otros señalaron “el prejuicio de clase de Vidal” y sus dichos “en contra de toda noción de movilidad social ascendente”. “Tuve muchos estudiantes nacidos en la pobreza. Recuerdo uno en especial que durmió durante meses en la calle para poder comenzar sus estudios”, resaltó el historiador Ezequiel Adamovsky.

De la pobreza conurbana al doctorado

Waldemar Cubilla de adolescente cirujeaba en los basurales, estuvo preso y ahora es sociólogo
Un ejemplo concreto para desmentir las palabras de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. Waldemar Cubilla pudo crecer porque tuvo la mano de la universidad pública.

“La calidad de la educación en un enfoque competencial”

Bienvenido sea el controvertido término de las  “competencias básicas” , entendidas como capacidades holísticas e integrales, como conjuntos...