Martín Criado, Enrique y Prieto, Carlos (coords.) (2015): Conflictos por el tiempo. Poder, relación salarial y relaciones de género. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
El proyecto busca incentivar el estudio de la carrera ante la falta de maestros en las escuelas; además, promueve que los conocimientos se adecuen a las nuevas necesidades del aula
"Los jóvenes no quieren ser maestros aunque la docencia es la profesión del futuro", afirma el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, al anunciar que enviará a la Legislatura un proyecto para crear una universidad de formación docente, que permitirá jerarquizar y modernizar los actuales 29 institutos públicos de formación de maestros que tiene la ciudad.
Aunque no tiene nombre definitivo y a la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, le gustaría que se llamara Universidad de Maestros, esta nueva casa de estudios, que se convertirá en la segunda en su tipo del país. Está precedida por la Universidad Pedagógica (Unipe), que tuvo rango bonaerense durante ocho años y que, en abril pasado, pasó a jugar en la liga de las universidades nacionales.
La iniciativa la impulsa el gobierno porteño y se espera que pueda convertirse en ley en el próximo año legislativo y funcionar a partir de 2019. La nueva universidad tendrá tres funciones básicas: ser un centro de formación, de investigación y de extensión universitaria.
Inicialmente, los docentes provendrán de los institutos de formación actuales y luego se buscará que cada cargo se obtenga por concurso de oposición y antecedentes. Es probable que la sede central sea el Instituto de Educación Superior Juan B. Justo, en Lascano 3840, Villa del Parque. Hay algunos estudios preliminares sobre cómo reorganizar los institutos estatales porteños, pero no está definido aún si se concentrarán las actividades en un solo edificio o si inicialmente funcionará en distintos ámbitos.
Rodríguez Larreta y Acuña presentarán públicamente esta propuesta hoy, a las 9.45, ante académicos, empresarios, representantes del tercer sector y políticos en un acto en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba), en la avenida San Juan 350.
"Tenemos que generar la inquietud en los chicos para que elijan la carrera docente", argumentó Rodríguez Larreta, y sostuvo que espera que para 2024 la ciudad pueda disponer de 5200 docentes nuevos. El cuerpo actual de maestros en los tres niveles -inicial, primario y secundario- es de 50.000 y anualmente se jubilan 1300.
Aunque todavía resta el debate legislativo, se estima que la nueva universidad estará dividida en "escuelas" de jardín, primario, secundario y de idiomas, educación física y disciplinas artísticas. Salvo que haya modificaciones, no se prevén ni un ciclo básico común como el que se cursa para ingresar en la Universidad de Buenos Aires (UBA) ni un examen de ingreso, como sucede en otras entidades, como la de La Plata (UNLP), signada por los constantes y masivos "bochazos" en la carrera de Medicina. Estará abierta a cualquier estudiante del país, no sólo para los porteños.
La ministra Acuña hizo referencia a las "ventajas" de crear esta casa de estudios: "La formación docente dejará de ser terciaria, se flexibilizarán los formatos de aprendizaje con la posibilidad de ser presenciales y virtuales, el alumno hará prácticas desde el inicio de la carrera, se formará por competencias y se trabajará en el reconocimiento del trabajo colaborativo y la comunicación".
Acuña admitió que en la ciudad "faltan docentes" y señaló el nivel primario como el "más crítico". Según un relevamiento efectuado por su cartera, "en el nivel primario quedaron sin cubrir 144 cargos de maestro de grado". En la escuela secundaria faltan profesores de matemática, lengua, biología, inglés, física y química. En los centros de formación docente, entre 2015 y 2016, bajó la cantidad de ingresantes para los profesorados de Física y de Química. El año pasado, ejemplificó Acuña, "hubo sólo nueve graduados" de esas dos disciplinas.
El gobierno porteño está preocupado por el decrecimiento constante de egresados de las carreras docentes, tanto de los institutos de formación públicos como privados. Un relevamiento entre 2007 y 2015 muestra claramente ese descenso: en 2007 egresaron 3451 docentes y en 2015, 2307.
Si se mira la situación por tipo de instituto, la caída en el ámbito estatal fue menor que en el privado. Pasó en ese lapso de 1815 a 1717. En el privado fue de 1636 a 590.
Secundaria del futuro
Al anticipar la creación de una universidad de formación docente, los funcionarios de la Ciudad confirmaron que el año próximo empezará a implementarse la Secundaria del Futuro, que incluirá prácticas profesionalizantes y cuyo anuncio, efectuado a mediados de año en medio de la campaña electoral, desató una serie de protestas estudiantiles con tomas de escuelas y cese de clases.
"En 2018, comenzará para primer año y solamente en 19 escuelas", expresó Acuña al hacer hincapié en que habrá "cambios en la forma en la que el docente se para frente al aula", porque no habrá clases por asignaturas -actualmente son 11-, sino por áreas. El cambio será progresivo. En 2019, se estima que se sumarán otras 42 escuelas y para 2020 todavía no se sabe a cuántas más alcanzará.
"La escuela tiene que ser el semillero para el distrito tecnológico. Hay que tratar de tentar a los chicos para que luego trabajen sobre tecnología", añadió Acuña, y señaló que habrá cambios en la forma en que se enseña y aprende tecnología y que habrá jornadas extendidas vinculadas con el aprendizaje de programación. Además, se buscará vincular el nivel secundario con el superior, para que más cantidad de alumnos accedan a estudios universitarios.
Para el nivel medio, también se prevé contar con una plataforma online de inglés, con un sistema de certificación del idioma "para que a los estudiantes les sirva para el futuro" y la posibilidad de que los padres puedan ver los boletines desde su teléfono celular.
"Habrá un mayor nivel de autonomía en la orientación, para que los chicos puedan desarrollar su vocación, y habrá más trabajo colaborativo entre los estudiantes, que en distintas experiencias mundiales demuestra que es clave para el mejor aprendizaje", concluyó la ministra porteña.
Adelanto del Diccionario crítico de la globalización, dirigido por Hugo E. Biagini y François de Bernard
Con artículos de académicos de todo el mundo, el Diccionario que publica Biblos se propone como una herramienta para cuestionar los conceptos hegemónicos del neoliberalismo. Aquí, un fragmento dedicado a la mercantilización de los sistemas educativos.
La función genuina y primera de la educación es la de constituir un servicio social. Lo es en varios sentidos asociados pero diferenciables entre sí: (1) en tanto ofrece a las nuevas generaciones el acceso a los bienes simbólicos disponibles en una sociedad determinada; (2) en tanto da la opción para un margen de movilidad social ascendente a quienes logran los niveles de acreditación suficientes; (3) por cuanto ofrece las condiciones para la reproducción simbólica de la sociedad, al garantizar el “piso mínimo” de valores compartidos necesario para la subsistencia de lo social en cuanto tal; y (4) en tanto eleva los accesos sociales a la lectura y al conocimiento codificado, lo cual redunda en menores conflictos para el sostén del lazo societario, a la vez que da posibilidades económicas de mejora de la sociedad como un todo, vía la profesionalización de expertos en saberes teóricos, tecnologías y procedimientos, sean materiales o sociales (...)
Esta importancia de lo educativo que se juega en el plano de lo simbólico e incluso lo identitario viene siendo modificada por procesos de mercantilización creciente, que el neoliberalismo ha impuesto a nivel planetario en las últimas tres décadas, con matices diferenciales de virulencia según las resistencias habidas en diferentes contextos.
La función genuina y primera de la educación es la de constituir un servicio social. Lo es en varios sentidos asociados pero diferenciables entre sí: (1) en tanto ofrece a las nuevas generaciones el acceso a los bienes simbólicos disponibles en una sociedad determinada; (2) en tanto da la opción para un margen de movilidad social ascendente a quienes logran los niveles de acreditación suficientes; (3) por cuanto ofrece las condiciones para la reproducción simbólica de la sociedad, al garantizar el “piso mínimo” de valores compartidos necesario para la subsistencia de lo social en cuanto tal; y (4) en tanto eleva los accesos sociales a la lectura y al conocimiento codificado, lo cual redunda en menores conflictos para el sostén del lazo societario, a la vez que da posibilidades económicas de mejora de la sociedad como un todo, vía la profesionalización de expertos en saberes teóricos, tecnologías y procedimientos, sean materiales o sociales (...)
Esta importancia de lo educativo que se juega en el plano de lo simbólico e incluso lo identitario viene siendo modificada por procesos de mercantilización creciente, que el neoliberalismo ha impuesto a nivel planetario en las últimas tres décadas, con matices diferenciales de virulencia según las resistencias habidas en diferentes contextos.
La primera consigna, dentro del ataque neoliberal a la política y al Estado, ha sido la privatización generalizada de los servicios educativos. Con ello, se lograría que algunos propietarios hicieran negocios con la educación, mientras los usuarios de esta pasaban a ser definidos como “clientes” o “consumidores”, dejando en los hechos de ser atendidos en su condición de ciudadanos portantes de derechos.
Este objetivo máximo se ha cumplido parcialmente; en algunos países (caso de Chile, dentro de Latinoamérica) ha llegado considerablemente lejos, de la mano de dictaduras que reprimieron las resistencias. En Uruguay o la Argentina, el éxito ha sido escaso; en otros, como México, muy parcial.
Pero donde no se privatizó directamente –a veces subvencionando a la población con un bono que los estudiantes a su vez pagan a los directivos privados–, se mercantilizaron considerablemente los servicios escolares estatales, arancelando diversos servicios (a veces desde el nivel primario, y muy a menudo en las universidades). Es decir, servicios estatales pero pagos.
Por otro lado, se inició una nueva modalidad de control del Estado sobre su inversión educativa considerada ahora como un gasto; y para poder manejarla, se instalaron los procedimientos de evaluación permanente sobre las actividades, los establecimientos y los actores del proceso educativo, mecanismo que no se aplica en otras áreas de actividad de los Estados contemporáneos. Se pasó así de la planificación a la evaluación, ofreciendo esta la ventaja de operar sobre hechos consumados y concretos, y permitiendo la eventual toma de decisiones drásticas, basadas en los resultados reales o supuestos de dichas evaluaciones.
Otra política coligada a la anterior es la de descentralización sistemática de los servicios, que ha ido llevando la administración de los Estados nacionales a los provinciales o locales, cuando no a los municipios. Tal política, disfrazada de búsqueda de acercar la administración a las bases sociales del sistema educativo, ha tenido por función descomprometer al Estado nacional de la responsabilidad económica por la educación, dejándola librada a los siempre insuficientes recursos locales; de modo que a nivel de los municipios –donde el conocimiento cara a cara es habitual– pueda exigirse a los pobladores que ellos mismos se hagan cargo de una parte –o del total, si cabe– del gasto que el sistema requiere para sostenerse.
Un resultado de políticas como la recién descripta es la pérdida de unidad que se da en algunos sistemas educativos nacionales, que quedan desmembrados, ya que su dependencia de administraciones locales hace que se vayan definiendo diferencialmente los reglamentos y los planes de estudios en cada una de estas.
Otro tópico fundamental es la puesta del conocimiento al servicio de la producción, es decir, de los propietarios de los medios de producción. La insistencia en subordinar el aparato escolar al aparato económico comete la inconsistencia de pretender planificar la educación al servicio de una economía liberal y desplanificada. Y deja de lado el aspecto propiamente simbólico que es propio de lo educativo, para poner todo el acento en el servicio a efectos tecnológicos, que por cierto muy pocas carreras y profesiones pueden promover. De tal manera, sutilmente se va abandonando el conocimiento teórico, las humanidades y la filosofía, así como la ciencia básica y el pensamiento crítico, centrándose la actividad en formar técnicos y profesionales para las tecnologías que las empresas puedan absorber.
En los últimos años, la globalización capitalista ha puesto su mecanismos al servicio del proceso de mercantilización descripto. La OMC pretende definir a la educación como bien transable (...), a los fines de liquidar toda regulación por parte de los Estados nacionales (...) También la matrícula de estudiantes extranjeros para cursos de grado y posgrado en las universidades es hoy objeto de fuerte mercantilización a nivel internacional, habiendo países como Australia que recogen un tercio de sus recursos para la educación superior de ese origen.