lunes, 31 de octubre de 2016

Educación y pensamiento libertario

Educación y Libertad
por Elina Ibarra

I
El fundamento base del anarquismo es el respeto a la libertad de todos y cada uno de los hombres. La libertad así pensada se aleja de las formulaciones abstractas, meramente teóricas –y por qué no, retóricas– ni  la libertad de los derechos jurídicos, ni mucho menos de los derechos naturales. Tampoco cae en el innatismo del liberalismo clásico, por estéril y meramente postulado. Los anarquistas buscan la libertad como resultado, como logro, como conquista, como práctica, como realización. Por ello, si el fin es la libertad, la libertad ha de ser también el medio.
El cambio que en busca de una sociedad de libres recorrerá a la vez el camino de la libertad, en conocimiento y ejercicio de ella, será la educación. Esta debe ser entendida como el esfuerzo por lograr la autodeterminación por sí mismo. La posibilidad de cambio está en cada uno de los hombres que son los ejecutores de la libertad, en primera persona. Así el cambio tendrá un recorrido de lo más simple, hacia lo más complejo; desde la individualidad al colectivo; del reconocimiento interno, hacia el reconocimiento externo.  Y este proceso carecería de coherencia si quedara o se dejase en manos de sacerdotes, diputados, delegados, visionarios, o meramente, educadores-funcionarios-funcionales al orden del entramado de relaciones de poder y sometimiento que impera.
La educación es una estrategia de intervención, sin valoraciones positivas en sí misma, sino que es portadora de un profundo carácter paradojal: puede ser revolucionaria o conservadora, emancipadora o autoritaria. La educación puede formar, informar, deformar, transformar, todo esto junto o por separado, ya que no son acciones excluyentes.  La valoración o el lugar central que la educación tiene dentro de las diferentes corrientes políticas, incluso y especialmente en el ideario y las prácticas anarquistas, se debe a estas potencialidades. Su valor no depende exclusivamente de su sustancialidad –es decir, de sus contenidos– sino de las prácticas que utiliza, creando habitualidades y patrones de conducta, que son las consecuencias o resultados que de ella se busca obtener.
Conscientes de este doble carácter los pensadores anarquistas no sólo han reflexionado sobre ella, sino que también han diseñado estrategias educativas y en muchos casos los han llevado a cabo, con el objetivo de ponerla al servicio del proyecto anarquista de una sociedad de libres. Esto no sólo porque se revela como una herramienta de cambio poderosísima, sino por consistir en un medio de cambio, fundamentalmente, pacífico, gradual, interno y no meramente externo o en apariencia, respetuoso de la libertad, entendida como medio y fin del proceso educativo. Este hecho dota a la educación de un carácter eminentemente político, y por este motivo, ha sido objeto de reflexión de la gran mayoría de los pensadores anarquistas.  Y también, desde diversas posturas anarquistas se han analizado y diseñado centros educativos, que responden a sus diferentes enfoques en torno a qué y cómo enseñar. La riqueza de posturas dentro del anarquismo es su marca de origen e identificación, porque es resultado de su proclamado y practicado anti-dogmatismo.
Ahora bien, hechas estas aclaraciones respecto de la manera en la que el anarquismo entiende la libertad, podría decirse que el título de este trabajo guarda en sí una tensión cercana a la contradicción. Y así sería si por educación entendiéramos adiestramiento o adoctrinamiento, o si por anarquía entendiéramos caos, desorden o desobediencia. Esta interpretación de los términos es errónea, y se funda en prejuicios equivocados, producto de una historia interesada en la estigmatización de este pensamiento político. Para despejar este malentendido es necesario establecer al menos inicialmente cuáles sentidos de esta expresión serán los que nos ocuparán y cuáles deberán ser descartados, dado que, también es cierto, puede ser considerada de muchas maneras, incluso respetando los términos más cercanos a su historia. Cuando digo “educación anarquista” puede ser entendida como:
1°. La educación del anarquismo: esta expresión hace referencia al contenido de la educación, en tanto que sólo se trataría de dar a conocer las ideas del pensamiento anarquista. Para tal fin no hace falta que ni el alumno ni el profesor sean anarquistas, y puede darse a través de muchas técnicas pedagógicas, desde las más libertarias, hasta incluso las más autoritarias. Podría entenderse también, lisa y llanamente como, “enseñanza del anarquismo”, que bien podría estar incluido como tema de una asignatura de cualquier institución educativa, de cualquier nivel de enseñanza. Este sentido que, implicaría que la sola transmisión o comunicación de contenidos del ideario anarquista, no es condición necesaria ni mucho menos suficiente para transformar la educación en una estrategia emancipadora o aniquiladora de las desigualdades. El enfoque pedagógico anarquista, en principio cuestionará la mera transmisión de contenidos porque de esa manera se estaría subestimando al estudiante, aniquilando su participación en el proceso de aprendizaje, tratándolo exclusivamente como un receptáculo de un saber que carece y le es dado por una fuente heterónoma y que por lo tanto se erige como autoridad. Este vicio de la educación tendría lugar para los anarquistas incluso si estos contenidos fueran parte de su ideario.
No es esta la educación que pretendemos revolucionaria, ya que este sentido de “educación anarquista”, sólo se refiere a la enseñanza-aprendizaje de las ideas anarquistas y de su historia en su sentido más banal. No se da aquí coincidencia con los fines anarquistas, ni con los medios.
2°. La educación en el anarquismo: hace referencia a la función que el anarquismo le asigna a la educación. Entendiendo la expresión “educación anarquista” de esta manera se está muy cerca del sentido que orienta esta investigación: analizar el rol que le fue asignado a la educación desde el pensamiento anarquista, que está muy lejos de ser un papel marginal. Consiste en un estudio dirigido al análisis de  los fundamentos y de la historia del anarquismo en relación con su concepción de la educación. Es posible distinguir en este enfoque dos niveles de análisis que se corresponderá con dos momentos dentro del pensamiento anarquista en torno a la educación:
pars destruens: el anarquismo dirigió su análisis crítico hacia las instituciones consagradas por la Modernidad: el Estado, la propiedad privada, la Ley, la Iglesia, así como también la educación. Y esto fue así debido a que estas instituciones cristalizan desigualdades que se expresan en privilegios que son respaldados por una autoridad que se reserva el uso de la fuerza.  Es una característica de las sociedades autoritarias –las mismas que el anarquismo tiene como objeto de su crítica– que  la educación represente la forma más elemental y potente de intervención represiva sobre el hombre. Por ello someterán bajo la luz de la sospecha tanto a la práctica educativa, como a su  institucionalización, por ser dependiente del Estado, de la Iglesia o de las clases propietarias. El anarquismo mostrará con su análisis crítico que la educación tomó la forma de una herramienta de aceptación del orden vigente, de normalización de las jerarquías y privilegios, de adiestramiento en las conductas de obediencia y sometimiento, y naturalización del sistema de explotación, generando así la legitimación y la reproducción de las desigualdades. En la figura del maestro, en la del profesor y en la del catedrático está, en germen, el policía, el sacerdote y el juez. Todos hablan a través de la boca del maestro y lo que dicen tiene la forma del imperativo. La lección fundamental es la de obedecer; el miedo, el castigo y la disciplina son el medio para inculcarlo. En conclusión, la “escolarización” resultante no sería sino la perpetuación de las estructuras de dominación.
pars construens: es el momento constructivo, de optimización del recurso educativo como instancia generadora de cambios. presentan un abanico de posibilidades que resulta de las diferentes formas en que el anarquismo presenta: tantas como anarquistas han existido y existen. Sin duda es esto un inconveniente a la hora de presentar la propuesta de la educación anarquista como un corpus que muestre coherencia y garantice la viabilidad de su aplicación. El anarquismo suele presentar con frecuencia tensiones entre sus presupuestos y, en este sentido, la educación anarquista no escapa a ello. De la crítica a la organización basada en dogmas surge la tensión con la postulada necesidad de organizarse para poder llevar adelante las propuestas educativas en-columnadas tras un ideario. La diversidad y riqueza de las diferentes propuestas se ve amenazada precisamente por esa diversidad que le escamotea la fuerza que suele proporcionar la unidad de criterios. Es posible, de todos modos, distinguir dos grandes líneas de proyectos educativos anarquistas: una no-directiva, basada en la libertad como valor máximo a respetar y por lo tanto, a la formación en el saber racional y científico que, será el contenido privilegiado;  y otra directiva o de carácter socio-político, orientada a la formación en contenidos de carácter político y social, en el que se tiene como objetivo, contribuir a la madurez de los continuadores de la búsqueda de la sociedad de libres. Para ello debemos introducirnos en la antropología filosófica, decir, preguntarnos si es realmente posible educar, o si solamente podemos adoctrinar o entrenar. ¿Es acaso el hombre de naturaleza maleable?
3°. La educación anárquica: así expresado, implicaría interpretar a la “educación anarquista” en el marco de una práctica educativa que respete en las formas y en el fondo las relaciones consideradas fundamentales para el anarquismo, referidas al trato igualitario en el trabajo en las aulas, con la promoción de la creatividad, la autonomía en un contexto anti-autoritario y  anti-dogmático. También incumbe al objetivo de este trabajo un análisis del 3° sentido, ya que tiene por finalidad ver de qué manera es posible poner en práctica el ideario anarquista, a los fines de generar cambios sociales. Pensar la educación como un instrumento de cambio social, implica tener una concepción antropológica tal que supone que es posible generar, motivar, enseñar la vida en libertad.  Esto no implica necesariamente una posición optimista ingenua del hombre, esto es, la creencia en que una bondad innata es natural en el hombre, y que su maldad o egoísmo resulta de su vida en sociedad; en este caso, lo que hay en el pensamiento anarquista es la convicción de la absoluta ausencia de naturaleza. Es decir, que el hombre carece de condicionamientos morales innatos. No nace ni bueno, ni malo. Simplemente nace, como cualquier otro animal de la naturaleza y su capacidad de adaptación hace que desarrolle hábitos de supervivencia. Si cambiamos el contexto, si el contexto deja de ser de explotación del hombre por el hombre, si se le informa de estrategias de producción colectivas, es muy probable que los hombres desarrollen conductas tendientes a la colaboración. Pero para ello la educación debe estar orientada a la solidaridad y no a la competencia.
El único cambio legítimo es aquél que tiene como arma a la razón, el raciocinio, que libera a los hombres, porque los destutela de mandatos y autoridades. Los caminos a través de los cuales la liberación puede darse, será el de la eliminación de todos los mitos sobre los que se fundan las jerarquías, la desacreditación de las fantasmagorías de los imaginarios construidos para legitimar desigualdades y privilegios. Y esto sólo es posible a través de la ciencia, del saber, de la investigación libre y crítica, capaz de ser dirigida contra los cimientos de lo existente y de lo establecido como inmutable, para mostrar su contingencia, para delatar su historicidad. No es un arma impotente, no se debe subestimar su poder. Es el camino que al andar nos hará libres. Esa es la función de la educación que será revolucionaria.
La educación ha de ser fundamentalmente científica, basada en la observación de la naturaleza, con experiencias topográficas, de geología, no exclusivamente con fines de conocimiento para un fin utilitarista o explotador de los recursos, sino fundamentalmente para un conocimiento que revea la consideración y la relación que el hombre ha de entablar con ella y con los otros hombres. Tengamos en cuenta que del abandono del dogmatismo del Capitalismo que, muestra a la naturaleza como mero recurso, surgen dentro del seno del anarquismo los primeros movimientos ambientalistas-ecologistas.
La pregunta respecto de qué es primero: el cambio de la sociedad y luego el del individuo o primero cambia el individuo y luego la sociedad. Esta es una pregunta falaz, porque supone que la idea de un individuo disociado de su entorno. De todos modos, en torno a la educación es posible identificar las ideas compartidas por los anarquistas, y de entre ellos los más representativos.
Y para encontrar factores comunes entre todas las corrientes educativas anarquistas, no es necesario ir mucho más allá del slogan “Ni dios, ni patrón, ni estado” ya que la educación anarquista pretende poner en práctica: el anti-autoritarismo, como antagónico a la sumisión y obediencia de la educación tradicional; la cooperación, en lugar de estimular la competencia entre estudiantes, propicia el trabajo grupal y elimina las calificaciones; la solidaridad, ya que promueve la participación en tareas comunitarias internas y externas a la escuela; la crítica, como práctica permanente para desmitificar los dogmas de la metafísica y mostrar la contingencia de las instituciones; el pensamiento autónomo, creando el ámbito adecuado para que de él resulten librepensadores; el auto-didactismo, ya que de esa manera cumplirá su función emancipadora, incluso de aquellos que tienen a cargo su educación; la educación integral, pensada  para un ser complejo, guardando la armonía entre el desarrollo intelectual y el material; el laicismo, para desterrar las mentiras y ficciones del esoterismo religioso y fantasmal de las iglesias; el cientificismo, ya que se cultiva el pensamiento racional, libre de compromisos metafísicos o esotéricos propios del oscurantismo religioso; el paidocentrismo, ya que la práctica docente debe ser pensada desde los intereses y la libertad del estudiante y no del docente –de clara influencia rousseauniana–; y el anti-dogmatismo, en cualquiera de sus formas, ya sea religiosa, política o económica.
Así, encontramos acuerdo en la manera de responder a la pregunta que formula Osvaldo Bayer: ¿qué debemos hacer los anarquistas? La educación no se limita a las aulas y bibliotecas, sino que hemos de ser todos y cada uno.
[…] los educadores de aquellos que no saben que el hombre para ser digno debe ser libre y no un mero objeto de uniformes y de leyes tramposas. La acción de los anarquistas está en la educación.
Y esta es una tarea de todos los días. En la conducta cotidiana enseñamos con el ejemplo. En la no reproducción de las relaciones de dominación operamos como fuerzas centrífugas que proyectas nuestros actos, los que se vuelven reproducibles. En nuestros hábitos somos mostradores de otros modos de relación entre los hombres y con la naturaleza. La libertad y la igualdad son expansivas, son refractarias, son germinales, son inicio de cadenas interminables de reacciones. Ese es el poder de la educación. El hombre ha sobrevivido en la faz de la tierra, gracias a su capacidad de aprendizaje, y por ella o con ella como medio, ha de recuperar su libertad perdida.

II
El anarquismo suele presentar con frecuencia tensiones entre sus presupuestos y, en este sentido, la educación anarquista no escapa a ello. De la crítica a la organización basada en dogmas surge la tensión con la postulada necesidad de organizarse para poder llevar adelante las propuestas educativas encolumnadas tras un ideario. La diversidad y riqueza de las diferentes propuestas se ve amenazada precisamente por esa diversidad que le escamotea la fuerza que suele proporcionar la unidad de criterios. Es posible, de todos modos, distinguir dos grandes líneas de proyectos educativos anarquistas: una no-directiva y otra directiva o de carácter socio-político.

A. Teorías no-directivas
El enfoque no-directivo tiene como norte la pedagogía expuesta por Rousseau en Emilio, en ella la libertad del sujeto de aprendizaje debe ser absoluta, y la función del docente debe ser la de evitar, en la medida de lo posible, toda influencia que coarte el libre despliegue de las capacidades naturales o habilidades por él mismo descubiertas. El antiautoritarismo se torna un punto de partida indiscutible que representa el respeto a la autonomía y a la libertad del individuo, y que tiene como objetivo negar todo tipo de moldeamiento o direccionamiento intencionado por parte de quienes enseñan. Aunque esta asepsia de intencionalidad es en los hechos un imposible, al menos hay pretensión de objetividad y de imparcialidad como un horizonte–un horizonte inalcanzable pero que se mantiene dentro de la crítica–.
La educación no-directiva parte del individuo como eje de la práctica educativa, y que en gran medida consiste en evitar que los males generados por la sociedad jerarquizada y estratificada en estamentos cristalizados por la desigualdad corrompan a quienes crecen y viven en ella. El supuesto que está a la base de esta corriente es la condición de libre –en tanto desconocedor de la ley, los prejuicios, aún no disciplinado por las instituciones–; insisto en que no debe pensarse en la libertad como un carácter innato del hombre o como parte de una esencia. Si la educación anarquista se imparte desde la infancia, se debe cuidar de no dogmatizar los contenidos del aprendizaje, y si se da en la edad adulta se debe ejercer la crítica desacralizadora, historizante, desmitificadora, auténticamente cuestionadora, que muestre las paradojas, las tensiones y las ficciones que subyacen tras los órdenes establecidos. El objetivo central –como su nombre lo indica– es  no-directivo: advertir sobre las ficciones de la ortodoxia para que estas no dirijan, ni implícita ni explícitamente, la vida de los hombres, pero tampoco debe ocupar su lugar ejerciendo influencia para direccionar a las personas hacia los intereses del ideario anarquista, al menos no en la medida de lo posible. La tensión es inevitable.
Max Stirner representa la postura más extrema dentro del espectro de las teorías no directivas, ya que su enfoque pedagógico encarna un feroz individualismo, considerando ilegítima cualquier influencia de la sociedad o de otros individuos. Cercano al existencialismo de Feuerbach, también afirma que no hay dios sin hombre y que este es originalmente libre, materialista y realista, es decir, antimetafísico: “Yo mismo soy mi propia causa y no soy ni bueno ni malo, ninguna de las dos cosas tiene sentido (…). No me interesa nada que esté por encima de mí.” Y la educación tradicional va precisamente en el sentido contrario, adiestrando en el olvido de sí mismo en pos de las instituciones.  Piensa al individuo como un ser que debe anteponer siempre sus necesidades personales a las del conjunto. Su individualidad tiene la forma de la más radical libertad, tanto que incluso el hombre debe cuidar que sus propios pensamientos no lo esclavicen: tener una idea fija, una creencia, una convicción implicaría someterse a ella, convertirse en su esclavo y dedicar la vida a su servicio o a su realización.  Por lo antes dicho, el fin de la educación no debe implicar dirigir la vida de los hombres a otro fin que la satisfacción de las necesidades concretas, concluyendo casi en un hedonismo egoísta. La noción de libertad que esta postura supone es la de ausencia de determinaciones y de condicionamientos, estos últimos no pueden ser eliminados por completo, pero deben ser minimizados, como por ejemplo el hambre, para que no nos condicione –es decir: para que no nos esclavize y direccione nuestras acciones– debe ser satisfecho. La Educación no-directiva Individualista procura instruir, favoreciendo la creatividad, para dar lugar al surgimiento de los espíritus libres.
Otra corriente dentro de las pedagogías no-directivas es el llamado Neutralismo, que propone una educación tendiente a la mayor neutralidad posible en cuanto a valores y a contenidos, intentando dejar de lado cualquier transmisión de ideario, incluso aunque este fuera anarquista.  Ricardo Mella es el difusor de esta corriente que también consiste en una defensa del individuo, pero no en sentido egoísta como sí se da en Stirner. Fundada en un atenuado optimismo antropológico, Mella considera que si los hombres son educados en la libertad, siempre generarán espacios y relaciones que la respeten. La vida en sociedades gobernada por los Estados impide a los hombres tomar conciencia de su libertad y, en consecuencia, que hagan uso de ese poder. La educación les hace creer que necesitan del Estado para vivir y que bien vale la pena renunciar a su libertad por ello; se crea la ficción de que no necesitan ser libres. Educar en libertad es el objetivo. Como consecuencia es necesario proponer un método pedagógico que sea coherente con ese fin. En su propuesta de enseñanza se habla de una escuela que sólo enseñe las verdades indiscutibles, probadas por la ciencia experimental, y que exponga las distintas teorías explicativas, pero tratando de no mostrarse a favor de ninguna para evitar el dogmatismo, limitándose a mostrar las diferentes opciones. Por eso mismo tampoco la educación debe tener ningún calificativo, como republicana, masónica, socialista, cristiana y ni siquiera, anarquista.  Hubo un intento de  poner en práctica esta propuesta en un centro llamado la Escuela Neutra, que tuvo lugar en Asturias.
Como anarquistas, precisamente como anarquistas, queremos la enseñanza libre de toda clase de ismos, para que los hombres del porvenir puedan hacerse libres y dichosos por sí y no a medio de pretendidos modeladores, que es como quien dice redentores.
El pensamiento educativo de León Tolstoi, en cambio, al estar comprometido con un cristianismo profundo, se aleja de las propuestas anteriores, aunque su religiosidad estaba en las antípodas de la iglesia institucionalizada. En el plano pedagógico se encuentra cercano a Rousseau: el hombre es feliz si está cerca de la naturaleza y lejos de la civilización que no es más que un obstáculo y que es perjudicial para el desarrollo pleno de la personalidad. La educación debe consistir en el alejamiento de todo aquello que quiera controlar o pueda anular el libre despliegue de sus potencialidades. Las reglas de conducta sólo reprimen, nada enseñan, y en todo caso, enseñan a obedecer  haciendo perder la espontaneidad y apagando la capacidad creativa. La función de la educación es la de instruir, es decir, la de suministrar conocimientos útiles y, a la vez, sustraerse de afectar el plano moral, las creencias y convicciones ya que la formación del carácter le corresponde a la familia y a la comunidad. El ideal educativo para Tolstoi es la educación popular y abierta, no coercitiva, pacifista y respetuosa de la naturaleza, de la espontaneidad y creatividad humanas. El experimento educativos tolstoiano es conocido como la Escuela de YásnaiaPoliana.

B. Teorías directivas o de carácter socio-político
Las teorías directivas o de carácter sociopolítico son el polo opuesto a las corrientes no-directivas, y son las que sostienen que la educación debe tener una marcada y consciente orientación socio-política. El fundamento es que la libertad individual no está al margen de la libertad colectiva, no es la libertad una característica que el hombre posea por estar en el mundo, sino porque es social. Esto supone a la libertad como fin, y la sacrifica como medio, o al menos la relativiza, dejando de ser un punto de partida. El carácter político de la educación se pone de manifiesto cuando se reconoce la imposibilidad de la neutralidad absoluta, ya que toda pedagogía tiene una concepción del hombre y de la sociedad. Y, por tanto, si ha de ser una educación direccionada, resulta preferible direccionarla hacia el ideario anarquista, comprometiéndose con la transformación de la sociedad.
La teoría de la educación de Bakunin tiene como punto de partida el materialismo, expresado en una anti-metafísica destinada a de-construir críticamente los conceptos teológicos responsables de la alienación de la libertad. El hombre no es libre naturalmente sino que llega a serlo superando los instintos, emancipándose de los condicionamientos y obstáculos que la naturaleza y otros hombres le imponen. La educación debe, por sobre todas las cosas, no solo ser laica sino combativa de todo teologismo porque la idea de dios encarna la autoridad, fundamenta la jerarquía, promueve la obediencia irreflexiva y justifica la desigualdad. El papel de la educación es central para llevar a cabo las grandes transformaciones ya que los cambios socio-políticos sólo se logran y se mantienen si están precedidos y sostenidos por un conjunto de ideas compartidas voluntariamente. La instrucción es una de las claves para la emancipación, pero no debe confundirse con el amaestramiento; debe consistir en una ayuda, en un acompañamiento en el despertar de la rebeldía. Por eso el continuum está dado por un pasaje que va desde una educación directiva que hace uso de la autoridad –fundada en el saber– hacia una completa libertad. La autoridad del saber es racionalista y no se apoya en ficciones sino en un absoluto materialismo. Pero esta autoridad irá disminuyendo gradualmente ya que su única función es preparar para la libertad. En relación con la educación de los adultos, Bakunin desaconseja, desde todo punto de vista, el uso de cualquier autoridad; incluso la autoridad del saber debe estar atenuada, teniendo en cuenta los intereses y los saberes previos que portan los estudiantes, confundidos en una suerte de fraternidad intelectual y de aprendizaje mutuo.
La experiencia de la Escuela Moderna llevada adelante por Francisco Ferrer y Guardia es sin duda la más acabada muestra del papel de la educación para el proyecto anarquista. Las ideas pedagógicas allí instrumentadas crearon la corriente llamada Enseñanza Racionalista que se expandió incluso más allá del anarquismo. Concibió que la acción revolucionaria necesitaba basarse en un trabajo educativo previo que hiciera posible la existencia de nuevas mentalidades dispuestas a protagonizar el cambio social. En el seno del movimiento anarquista y en la vida de Ferrer y Guardia esto podría describirse como el pasaje de una visión “insurreccional” a una visión “pedagogista”.  En este pasaje se conjugan el anarquismo, el positivismo, el racionalismo, el laicisismo e incluso, la masonería, Rousseau y Tolstoi.  Para evitar la manipulación política estatal o religiosa el anarquismo debe asumir el rol de proyecto educativo basado en la ciencia positiva,  que debe estar al servicio de las necesidades humanas. Los estudiantes deben aprender fundamentalmente el origen de la desigualdad económica, la falsedad de las religiones, el error del patriotismo y del militarismo, y la domesticación de la autoridad, todo ello, para volver deseable un cambio profundo en la organización de la sociedad. Y a pesar de este fuerte direccionamiento de la educación, la tensión estaba dada por el deber de respetar la inteligencia y la libertad del niño. Por esta razón se promovía la libre expresión sin represiones de conductas, “ni premios ni castigos”, era el lema de la Escuela Moderna, dado que tampoco tenía instancias evaluativas excluyentes ni de acreditación. Más allá de todos los cuestionamientos a esta propuesta educativa por su peligrosa proximidad al adoctrinamiento, la pedagogía del siglo XX ha tomado muchos de sus preceptos  –y muchas veces sin revelar su filiación anarquista–  como por ejemplo: la eliminación de los castigos corporales, las escuelas mixtas y la igualdad de la mujer, el ejercicio físico, el aprendizaje de oficios, el trabajo manual de artesanado y creatividad, la autoevaluación, las excursiones didácticas, creación y edición de materiales didácticos en los que participaban también los estudiantes, el ecologismo y educación en economías de subsistencia,  la centralidad de la biblioteca y la experimentación, entre muchos otros.

IV
Las primeras líneas de este escrito hablaban de un anarquismo maduro, prudente y reflexivo que (quizá) haya aprendido de sus errores como parte de la continua crítica de sí mismo. Quizá haya mutado su enfervorizamiento hacia una actitud existencial, hacia una visión del mundo que pretende proyectarse de manera refractaria y centrífuga, cotidianamente, en las relaciones humanas. La ausencia de partido y el rechazo tajante a visionarios y dirigentes así lo hacen posible. Vaya como dato de lo antes dicho la personalidad de Pietro Gori, abogado anarquista y abogado de anarquistas. Toma al Derecho como una herramienta, tal y como lo hacen los grupos de mayor influencia, y se sirve de él para conjurar los efectos negativos del orden autoritario. Pero lo hace cautamente, desconfiadamente, ya que el mismo instrumento puede invertir la influencia y ponerlo a su servicio. Pacifista, positivista, conocedor y crítico de las reglas de juego, toma los alegatos como medios de denuncia y de difusión de las ideas:
¿Por qué la mayoría de los hombres, aunque trabaje y produzca, se ve constreñida a ser pobre y a mantener con sus sudores a una ociosa minoría, cuya única ocupación consiste en consumir los productos del ajeno trabajo?
El sólo hecho de que esta teoría tenga el convencimiento de los efectos nefastos de las estructuras del Estado y de sus leyes no es razón suficiente para ubicarla entre las Teorías Críticas. Pero sí, en cambio, da razones para que así sea el hecho del ejercicio permanente de la más radical de todas las críticas, que es la que muestra la historicidad de los conceptos que sustentan esos órdenes políticos y señala el origen espurio de las jerarquías que encarnan dado que se apoyan en el monopolio de la fuerza.
Concluimos, entonces en que el objetivo central de la educación en el marco del pensamiento anarquista consiste en la crítica más profunda, no sólo al Estado y al orden jurídico que lo sustenta, sino también a todas las instituciones que cristalizan jerarquías y desigualdad, como la Iglesia y las que reproducen el orden autoritario, como las instituciones educativas. Pero la educación encarna un problema diferente porque los anarquistas no proyectaron tomar el poder o las instituciones para ponerlas al servicio del cambio –pretensión que está presente en numerosos proyectos socialistas y comunistas– no aspiran ni al Estado, ni a la Iglesia, ni a ser capitalistas acumuladores de la renta del trabajo esclavo. En cambio, aspiraron a ser protagonistas de procesos educativos, tomando a la educación como instrumento de cambio no-violento, como medio para transformar la sociedad.
El anarquismo proclama en sus proyecciones políticas y económicas, tanto como en sus propuestas educativas: “Ni víctimas, ni verdugos”. Y este lenguaje obedece al convencimiento de que la vida moral de los hombres no está separada del ejercicio de su libertad, y es por ello que una educación basada en su práctica y ejercicio cotidiano, no puede sino tener implicancias éticas en el plano individual, pero que serán implicancias políticas en el plano social.
Proclaman una educación que esté estrechamente relacionada con la exigencia de libertad, una rebelión auténtica contra todo tipo de opresión y de adoctrinamiento, por considerarlos injustos y degradantes. Y fundamentalmente, para generar una dirección del aprendizaje que oriente hacia una mejora en las condiciones de vida, para favorecer un desarrollo completo de la personalidad y en consecuencia, de la sociedad. En términos de Arendt, la educación permitiría conjurar en parte la incertidumbre que gobierna el tiempo por venir. Mediante la educación no se realiza “la utopía anarquista” –porque, insistimos, no hay “utopía”–  sino que se consigue proyectar un haz de luz hacia la opacidad del futuro, para crear siquiera una posibilidad de cambio, aunque esta sea remota. Para el anarquismo, si la libertad es “la meta” debe ser necesariamente el camino. Es decir que si queremos llegar a una sociedad de hombres libres e iguales en el futuro, la educación debe comenzar a tratarlos como tales hoy.

Educación de calidad: ¿por qué es una utopía difícil de alcanzar?

Hace más de 10 años que los niveles de aprendizaje de los adolescentes caen y quedan estancados; la falta de políticas a largo plazo y de datos confliables, entre las razones; el contraste con Perú
PARA LA NACION 
 Ya no sólo Finlandia o Canadá. Ya no sólo Singapur o Corea del Sur. O Chile, en América latina. Ahora el "espejito, espejito" educativo confronta a la Argentina y la crisis de su educación con un país vecino, inesperado: Perú.
Balance educativo argentino
Balance educativo argentino.
El dato es éste y se viene instalando con fuerza: Perú es el último país en el ranking de las pruebas PISA, pero, y ahí su excepcionalidad, es el país de América latina que viene mejorando más sostenidamente sus niveles de aprendizaje desde 2000. En la Argentina, en cambio, hace más de 10 años que los niveles de aprendizaje de los adolescentes vienen cayendo y quedaron estancados.
Los expertos insisten en una aclaración: toda América latina tiene problemas de calidad de los aprendizajes. Pero la Argentina se convirtió en el único sistema educativo de la región que no logra mejorar los niveles de aprendizaje de sus adolescentes aun dentro de su rango de rendimiento. La impotencia para mejorar.
Perú está en las antípodas: los peruanos tienen su Lino Barañao, ese arquetipo de ministro capaz de perdurar, sobre la base de sus logros, de un gobierno a otro. El Barañao peruano es su ministro de Educación, Jaime Saavedra Chanduví, el único miembro del gabinete del ex presidente Ollanta Humala que conservó su cargo con el nuevo mandatario, Pedro Pablo Kuczynski.
"Lo importante no es el punto de partida, sino el punto de inflexión, y a partir de ahí mantener una curva ascendente y constante", dice la directora ejecutiva del proyecto Educar 2050, Agustina Blanco, para destacar el signo de la mejora de los aprendizajes, ascendente y continuo, no importa si se parte de niveles bajos de aprendizaje, como Perú. "Eso es lo que la Argentina no logra y me preocupa", explica.
En 2011, la consultora McKinsey & Company publicó un reporte que atrajo la atención del mundo académico. How the world's most improved school systems keep getting better, de Michael Barber, especialista británico en reformas educativas. Ese trabajo logró instalar como un axioma lo que comenta Blanco.
Tasas netas de escolarización por país
Tasas netas de escolarización por país.
"Un sistema puede lograr avances desde cualquier punto de partida y esos avances se pueden alcanzar en un plazo de seis años o menos", concluyó el informe de Barber. "Cómo un sistema educativo de desempeño pobre logra convertirse en uno de buen de desempeño y cómo uno bueno se vuelve excelente": ésa fue la pregunta que los autores buscaron responder. El informe estudió 20 sistemas educativos de todo el mundo, su mejora y cómo lo hicieron. Algunos, en tres años; otros, en seis. Y sin embargo, transcurridos más de 10 años, la Argentina se volvió la excepción a la regla.
"Mejoramos el salario docente, la infraestructura, el equipamiento en escuelas, pusimos computadoras, más libros, todo lo que se resuelve con financiamiento se atendió. Sin embargo, los resultados no mejoraron." Lo dice Juan Carlos Tedesco, que entre diciembre de 2007 y mediados de 2010 fue ministro de Educación en el primer gobierno de Cristina Kirchner y luego dirigió la Unidad de Planeamiento Educativo nacional. Vencido ya dos veces el plazo que Barber calcula para mover para bien el amperímetro de la calidad educativa, se imponen dos preguntas: ¿por qué la Argentina no logra despegar? Y si se trata de mejorar, ¿por dónde empezar?

Políticas de Estado, largos plazos

Una primera respuesta aparece sobre la mesa: las discontinuidades por los cambios de gobierno y la falta de largo plazo impactan en la educación. El mejor desempeño de Chile, con una inversión sostenida que ya lleva 20 años, vale de ejemplo, por contraposición.
La doctora en Educación Inés Dussel lo explica bien: "En Chile hubo una línea consistente en todos los gobiernos de la Concertación. Si bien tiene desigualdad y muchos debates sobre la educación como un bien público, al mismo tiempo es más organizado. En cambio, en la Argentina, llega alguien nuevo, dice que hicimos todo mal y empezamos de nuevo. Hay que construir consensos de algunas líneas y tratar de preservarlas de los cambios políticos".
Por eso, Tedesco cree que es necesario un plan decenal con metas específicas y con su financiamiento. ¿Por qué no pudo concretarlo cuando fue ministro? "Se lo presenté al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández -relata-. Se consideró que no había condiciones para sacarlo por ley y entonces decidí renunciar."

Horas de clases, libros...

Doble jornada con ocho horas de clases para todas las escuelas del país y libros de texto por área para cada chico, además de la computadora. Para la doctora en Educación Silvina Gvirtz, ex directora de Conectar Igualdad, esas dos variables pueden torcer el rumbo crítico de los aprendizajes en la Argentina.
"Somos de los países de América latina con menor cantidad de horas de clases por día", subraya Gvirtz, y destaca: "Chile tiene 8 horas de clases. Y el gran avance es el libro de texto uno a uno. Chile lo hace. Sin libros y sin computadoras no podés estudiar. Por eso se hizo Conectar Igualdad".
Después de tanta expectativa puesta en la equidad tecnológica, ¿por qué las computadoras no aportaron a la mejora de los aprendizajes? "Lo que habría que haber hecho, o haberlo hecho mejor, es un trabajo fuerte de capacitación de los docentes -reconoce Gvirtz-. No se puede introducir ninguna tecnología, sea libro o computadora, sin capacitación. Para que las condiciones necesarias, libros y horas, se conviertan en suficientes tenés que tener maestros bien formados y capacitados."

Es la pedagogía

El docente, y los equipos docentes, como variable central del éxito en el aprendizaje, es hoy un lugar común en el discurso sobre mejora educativa. ¿Por qué no se intervino en esa variable en tantos años? La pregunta vale para la gestión educativa nacional y para las provincias, con responsabilidad real sobre las escuelas y los docentes del país. La falta de mejora es una responsabilidad federal, en definitiva. Ni siquiera la Ciudad de Buenos Aires, uno de los distritos con mayor capital cultural y mayor ingreso per cápita de la Argentina, lo que influye fuertemente en los logros académicos, pudo alcanzar en ocho años de gestión del mismo partido los niveles de aprendizaje de Chile. Sus niveles de aprendizaje están por encima del promedio nacional de la Argentina, pero no más.
¿Por qué? Soledad Acuña, la ministro de Educación porteña, sostiene: "En estos 20 años, la discusión más fuerte tuvo que ver con la inclusión. La escuela se terminó organizando más volcada a la contención social que al aprendizaje". Y así fue a pesar de la insistencia de la Ciudad en el discurso de la calidad.
"Cuando se trata de 1350 escuelas tan diversas, podés poner énfasis en la calidad, pero si no entrás a la escuela y ves cuánto tiempo de aprendizaje real tienen los chicos, es difícil que se haga una transformación", analiza Acuña y agrega: "La discusión sobre lo que pasa dentro del aula, que no enseña, es nueva y hay que darla".
Eso faltó: "Lo que se resuelve con plata y un decreto lo resolvés. Lo otro es más complicado", dice Tedesco. "Lo otro" es la formación docente inicial disociada de las estrategias reales. El curso de capacitación con pocos resultados. La representación de los alumnos vulnerables como poco educables. Una organización de la carrera y el trabajo docente que desaprovecha al director y su liderazgo y al equipo docente como coproductor de las estrategias en el aula. Condiciones de contratación que frenan la mejora. La red de escuelas, con escuelas más sólidas listas para apoyar a las más débiles, desaprovechada. La atomización de los institutos de formación docente. "Hay que volver a poner la pedagogía en el centro. Un punto clave es qué se enseña, quién enseña y cómo se enseña", plantea Tedesco.
La transformación necesaria tanto de la formación inicial como de la carrera profesional que imagina Guillermina Tiramonti, a cargo de la Coordinación de Formación Continua de la provincia de Buenos Aires, es bien estructural: "El docente tiene que estar en la escuela para dar clases y para producir en cooperación lo que va a hacer en la clase. No pasa por agregar un año más en la carrera".
Las imposibilidades pedagógicas de la escuela se explican en parte por el cambio de época, según Dussel, con la importancia menor de ciertos saberes en la sociedad. "La escritura en la escuela secundaria pública es algo problemático -sostiene-. En las escuelas secundarias públicas pobres, los chicos escriben muy poco y muy mal. Esto no es casualidad: es parte de lo que la escuela no supo o no pudo enseñar."
En ese punto, percibe efectos discutibles de ciertos discursos didácticos: "Pusieron más énfasis en acercarse al interés de los chicos, en la inclusión. Más en la expresión que en la rigurosidad. Generaciones enteras de docentes se formaron en esas didácticas. Que los chicos hoy escriban menos es un efecto de eso".
¿Cómo transformar la práctica de los docentes en el aula? "Hay una enorme responsabilidad de los investigadores en educación", afirma Tedesco. Es hora de que empiecen a investigar innovaciones pedagógicas para responder "la gran pregunta", sostiene: cómo lograr que los chicos de familias de menores recursos puedan aprender. Vinculada con la investigación, está la falta de datos confiables. Según Blanco, "el desapego por los datos hizo que no se pudiera entrar al círculo virtuoso de la evaluación diagnóstica, planes de acción, medición y corrección de rumbos".

La sociedad, la pobreza

Las políticas, la clase política, los académicos. Las responsabilidades son compartidas. ¿Y la sociedad? "Donde se dio un punto de inflexión en educación, hubo una presión positiva de la ciudadanía -explica Blanco-. La sociedad civil argentina no empujó lo suficientemente fuerte el tema educativo." Acuña también detecta poca valoración de la educación. Sin embargo, no le quita responsabilidad al Estado: las políticas públicas intensificaron ese efecto. "Hay que pasar de una política de asistencia socioeducativa que reemplaza a la familia a una política que le devuelve la responsabilidad educativa, por ejemplo, invirtiendo en terminalidad de la escuela para la familia porque el nivel educativo de los padres determina las expectativas que ponen en la educación de sus hijos", explica.
Las determinaciones de la sociedad sobre la educación se dan también en otro sentido. Circula esta hipótesis: que la mejora peruana es el resultado de políticas educativas y de la salida de la pobreza de miles de personas tras dos décadas de crecimiento económico. ¿Los ciclos económicos son responsables de los empeoramientos educativos? Hay evidencia de que la crisis de 2001 impactó en los aprendizajes. "Las PISA de 2000 hablan de los resultados de las políticas de los 90 -desarrolla Gvirtz-. Y las de 2006, cuando se da la peor caída, muestra el impacto de la crisis de 2001. Por eso la línea de base para medir lo que hizo el gobierno kirchnerista es 2006, y desde ahí efectivamente no mejoró." El cambio de ciclo económico no logró cambiar el rumbo.
¿Por qué esa imposibilidad de la mejora? Hacia el pasado, la pregunta sigue abierta. Hacia el futuro, al menos, hay una coincidencia: la posibilidad de la mejora está en la magia que sucede, o no, dentro del aula.

El secundario, otra deuda

Una medida de los logros educativos, o de las deudas pendientes, es el porcentaje efectivo de jóvenes de entre 20 y 24 años graduados de secundaria. Según datos de la Asociación Civil Educación para Todos, en la Argentina el porcentaje de jóvenes de esa edad con título secundario es de apenas el 53%. En Chile, en cambio, es del 81%; en Perú, del 80%, y en Colombia, del 65%. En rango tan bajo como el argentino se encuentran Brasil, con el 51%; México, con el 45%, y Uruguay, con el 34%.






sábado, 22 de octubre de 2016

EL DIRECTORIO DEL CONICET LE RECLAMO A MACRI QUE NO SE AJUSTE EL GASTO EN INVESTIGACION

Cuando recortar el presupuesto es una ciencia

El ministro Barañao generó una ola de críticas con sus declaraciones en el Congreso, adonde fue convocado por los diputados para que explicara la fuerte reducción en el financiamiento de la ciencia previsto por el Gobierno para el año próximo.

Por Nicolás Romero
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“Es un problema inverso, de rebalse, porque los investigadores no se van”, dijo el ministro Barañao.
En medio de las críticas por el recorte presupuestario que el Gobierno nacional plantea para el año próximo en el área de ciencia y tecnología, el ministro Lino Barañao dijo en la Cámara de Diputados que existe un “rebalse” de científicos en el país y que hay un “problema” porque “no se van”. La frase levantó una fuerte polémica entre los científicos, que interpretaron los dichos como una “justificación del ajuste”, algo que niegan en el Ministerio. Ayer, el Directorio del Conicet envió una carta al presidente Mauricio Macri para advertirle que la poda financiera implicaría “una reducción importante” en las actividades del principal organismo científico del país (ver aparte).
El proyecto enviado por el Ejecutivo prevé un presupuesto de 13.957 millones de pesos destinado al MinCyT, al Conicet y a la Conae, lo que implica un 0,59 por ciento del total nacional. En años anteriores, el porcentaje fue de entre el 0,7 y el 0,8.
Hablando de los científicos, las limitaciones y los incentivos con que se hace ciencia en el país, el ministro –en cuya gestión durante el gobierno anterior se mejoraron condiciones y repatriaron muchos investigadores–, explicó que ahora “es un problema inverso, de rebalse, porque los investigadores no se van. Como hemos creado condiciones adecuadas, ya tienen 30 años, familia, y dicen :´¿Ahora me tengo que ir?´, ´si tengo todo acá´, ´tengo laboratorio, sigo trabajando´. Eso es tremendamente nocivo”. Tras lo cual aseguró que “no se renuevan las líneas de cooperación” y que “está bajando la cooperación internacional”, lo que “se refleja en la calidad de las publicaciones”. Así, concluyó que hay que “fomentar que la gente se vaya”.
Este diario intentó comunicarse con el ministro Barañao, pero fue imposible dar con él, ya que está en una gira por Europa. No obstante, desde el Ministerio, la vocera Josefina Scasso explicó que la intención del funcionario era poner de manifiesto que “es muy positivo que los investigadores puedan tener una experiencia externa antes de ingresar a la carrera” y que el programa Raíces garantiza su reinserción en el país.
No es lo que entendieron quienes escucharon su discurso en la Comisión de Ciencia, el miércoles pasado. La diputada Daniela Castro (FpV), que preside esa comisión, describió que “el ministro venía hablando de varios temas, en un momento habló de los investigadores y dijo lo que todos escuchamos”. “Sí, algunos pueden interpretar que solo quiso hablar de la formación de los científicos, pero la verdad es que nunca contextualizó lo que decía en un marco de programas, becas o intercambios, para capacitarlos y que volvieran”, detalló.
La diputada remarcó que “nos ha costado mucho repatriar los más de mil científicos que volvieron a instalarse al país, y aún quedan unos 5000 en el exterior, de manera que rebalse no hay. Lo que sí hay es un recorte presupuestario que hay que justificar”.
En ese mismo sentido apuntó la diputada Miriam Gallardo (FpV), miembro de la comisión y bióloga: “Tal vez haya querido decirlo como idea de capacitación para los científicos, pero no sonó así. Yo soy de la generación en que los investigadores se iban del país para poder trabajar, y cuando uno escucha eso, le viene a la mente todos esos momentos de desarraigo de muchos compañeros, muchos que no volvieron y están desperdigados por el mundo”.
La legisladora también evaluó que “con el achique presupuestario y del Estado estamos volviendo a esos tiempos, y lo que nos está diciendo es que no hay partida para continuar con las líneas de investigación ni con los programas. Desde donde lo ve Barañao, sobran investigadores, desde nuestro lugar, está claro que faltan. Están justificando el ajuste”.
Del Grupo Ciencia y Técnica Argentina (CyTA), integrado por investigadores de renombre de todas las disciplinas, el físico e investigador del Conicet Juan Paz sostuvo que “hay un nivel de hipocresía importante, a mis estudiantes y a los que se graduaron los incentivé a que vayan a estudiar afuera, pero siempre desde la perspectiva de reinsertarse en el país. Está claro que el ministro tenía otro discurso antes, si quiso decir eso se equivocó. Es grave lo que dice en el contexto en que lo hace, de recortes y achique. Suena más a que está preparando el terreno para el ajuste, no que le esté haciendo una recomendación a los investigadores ni instrumentando un programa de científicos argentinos en el exterior ni la de crear las mejores condiciones para los científicos”. “Como está planteado el ajuste presupuestario del Ministerio, implica el cierre de la carrera de investigador del Conicet y el ministro está preparando eso”, resaltó Paz.
Las declaraciones del funcionario aparecen en medio de una pelea por el presupuesto y según CyTA “los números muestran que el presidente Macri no sólo se encamina a incumplir la promesa electoral de llevar la inversión en ciencia y tecnología al 1,5 por ciento del PBI sino que, peor aún, propone reducir significativamente la participación del sector en el presupuesto nacional”.
Por otra parte, el ex decano de Exactas Jorge Aliaga, también integrante del CyTA, expresó que “no puedo creer que el ministro piense en que se vayan los científicos” y explicó que a su criterio “lo que Barañao decía es que es bueno para la formación de un investigador que haga una estadía posdoctoral, que conozca otra cosa, que se capacite”. Pero admitió que es “desafortunado hablar de eso en este contexto, no es lo mejor que podía haber dicho”.
“No puedo creer que lo diga en el sentido expulsivo ya que fue durante su gestión que se planteó el Plan Nacional Argentina Innovadora 2020 que tiene como una de sus metas lograr aumentar de 2,9 por ciento a 5 por ciento la cantidad de investigadores y tecnólogos por cada 1000 personas de la población económicamente activa.”
Sin embargo, advirtió que “si hay alguien que está diciendo que con tres por ciento de investigadores estamos bien, algo cambió” y agregó: “El problema no es tanto la declaración de Barañao sino qué paso con Innovar. No hay problema de rebalse, ni de exceso de gente en Conicet. Ahora, sí es un problema si lo que están planteando es que, de golpe, Conicet no puede tomar más investigadores ni becarios. Y esto es grave, porque, por ejemplo, en estos años se fueron dando becas a profesionales que están haciendo su doctorado, y en los próximos cinco años vamos a tener doctorados que no van a poder ingresar a carrera, y se van a ir acumulando camadas de científicos sin lugar”.
Finalmente, el ex decano advirtió que “Barañao seguía para darle una continuidad a la política para la ciencia y la tecnología, pero era irreal suponer que pudiera haber una política de ciencia diferente a la economía del país, y lo que vemos es la readecuación a esta política económica”.
El diputado del Parlasur Daniel Filmus, también del grupo CyTA, en tanto, explicó que “la gravedad de las declaraciones” que realizó el titular de la cartera de ciencia “tienen que ver con el contexto en que las hizo”. “Por supuesto que todos queremos que los científicos jóvenes se perfeccionen en el exterior para mejorar en áreas donde los avances que se traen de afuera pueden aportar”, dijo el legislador. Pero advirtió que “dicho en el marco de una política que reduce el presupuesto y que va a hacer inviable al Conicet, implicar el cierre del ingreso a la carrera y una idea de que está sobredimensionado, parece más una afirmación para expulsar a los científicos”.
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miércoles, 19 de octubre de 2016

La evaluación nacional traspasó los límites propios del aula

La respondieron 1.400.000 estudiantes de todo el país, pero generó discusiones entre distintos sectores; Macri defendió la prueba; para el ex ministro Sileoni, "se prepara un diagnóstico del horror"

Los chicos de la Escuela N° 7, de Boulogne, completaron la prueba aunque tuvieron momentos de angustia
"Vamos a desdramatizar", exclamó Hilda Olivera, la maestra de 6° grado de la Escuela N° 7 en Gorriti 2818, de Boulogne, para calmar el alboroto que provocaban los nervios de los alumnos que, ayer por la tarde, se preparaban para rendir la evaluación Aprender 2016.
Con el objetivo oficial de obtener una radiografía de los índices de aprendizaje escolar y el clima que viven los alumnos en el aula y en la vida familiar, la evaluación Aprender, que alcanza a 1.400.000 alumnos, transcurrió ayer en más de 31.000 escuelas públicas y privadas del país, y concluirá hoy. Si bien hace 23 años que se realizan pruebas nacionales, ésta se encontró con una gran resistencia de docentes y sindicatos que se oponían al examen, y que calificaron el operativo de "descontextualizado" y de tener un "sesgo tecnocrático".
"Se está preparando el diagnóstico del horror", dijo el ex ministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni, que estuvo al frente de esa cartera entre 2007 y 2015. "Esto forma parte de un montaje para hacer pensar que la vida empieza el 10 de diciembre", añadió. En 2012, Sileoni intentó una solución: amenazó con dejar de participar de la evaluación internacional PISA porque se habían obtenido los peores resultados de la región.
Ayer, el presidente Mauricio Macri publicó una columna de opinión en la agencia Noticias Argentinas para acallar las críticas: "El único camino para salir de la pobreza es que todos los chicos, en cada rincón del país, tengan la misma posibilidad de aprender, de conectarse, de desafiar sus propios límites y de construir su futuro de la mano de sus docentes". Desde Japón, el ministro de Educación, Esteban Bullrich, siguió online la jornada.
La prueba, multiple choice, se enfocó en alumnos de 3° y 6° grado de primario que respondieron sobre lengua y matemática, y en alumnos de 3° y 5° o 6° año -según la jurisdicción- del secundario, que además de haber sido evaluados en esas materias serán examinados hoy en ciencias sociales y naturales.
En la Escuela N° 9 del distrito electoral 13, en Colegiales, ayer a la mañana sólo se presentaron a la prueba 20 de los 60 alumnos elegidos. En Vicente López, a la Escuela Secundaria N° 6 asistieron cuatro chicos a completar la evaluación del turno tarde; por la mañana había participado el 50% del alumnado.
En la escuela de Boulogne, de repente, una de las alumnas del grupo salió corriendo del aula. "¡No la voy a hacer!", gritó. "¡No te angusties, no pasa nada!", le decía Hilda. Pero la alumna no contuvo la presión y corrió a la planta baja. La siguió otra compañera. Mientras tanto, la directora, Alicia Simón, anunciaba de qué se trataba el examen, que comenzaba con matemática y, tras un recreo, seguiría con lengua. Luego de algunos minutos reaparecieron las dos alumnas; tras un llamado de atención de Simón, buscaron su asiento para rendir.
En el examen de matemática debían responder 24 puntos cuyas respuestas anotarían en una hoja de respuestas. "¿Cuál es el número incorrectamente ubicado en la recta?", se indagaba en la primer pregunta. En esa escuela, por la mañana, habían asistido unos 25 chicos de los 31 que serían evaluados. A la tarde participaron 19 de los 28 previstos.
Para la directora, la prueba era correcta: "Si yo no evalúo al alumno no puedo saber cómo avanzó en el aprendizaje. Esta evaluación debería ser un hábito, deberíamos tener calificaciones que formen parte de lo cotidiano. Si al chico le fue mal quiere decir que en algo fallamos y está bien hacer una revisión".
Hilda, en cambio, no estaba de acuerdo con el modo en que la encuesta se realizaba. "Estoy de acuerdo con que haya una evaluación, porque de hecho en la escuela uno vive evaluando, pero acá se exteriorizó a los chicos de su ambiente natural porque, por ejemplo, hoy vinieron nada más que los que iban a ser evaluados y estuvieron a cargo de un profesor que no era el suyo. Podrían haber puesto a un veedor, pero no sacar al docente del grado, por eso las chicas se pusieron tan nerviosas. Además se le debería preguntar a los docentes las bases a evaluar", explicó. Los padres consultados en la puerta del colegio por LA NACION estuvieron de acuerdo en que se hiciera la encuesta.
Al mediodía, los docentes de esa escuela y de muchas otras fueron examinados mediante una evaluación institucional. El examen del turno tarde arrancó a las 14. Tras las idas y venidas de las dos alumnas, un silencio frío recorrió la escuela cuando cada uno de los encuestados abrió el cuadernillo de matemática. En la primera fila, un alumno pasaba las páginas y elegía al azar la respuesta a contestar. Tardó 30 minutos para concentrarse en la evaluación.
"Salí corriendo porque me agarró pánico y al final me fue bien. Tenía miedo porque en la TV dijeron que era difícil y que si no la hacías podía ir a buscarte una asistente social a tu casa", admitió Lara, de 12 años. Para Matías Monje, también de 12, la encuesta era positiva: "Creo que lo hacen para que los chicos no pasen de grado sin saber".
El examen de lengua también constaba de unos 24 puntos. Allí se evaluaría la comprensión lectora de dos textos. Los alumnos también debieron llenar varias hojas con respuestas personales; algunas ya se habían filtrado en las redes sociales en los últimos días. "¿Alguien de tu familia recibe la Asignación Universal por Hijo u otro programa social? ¿Cuántas veces faltaste este año? ¿Entre tus compañeros hay burlas y peleas?", consultaban.

La palabra de los expertos

Aunque con algunas críticas, la mayoría se pronunció por la prueba nacional
La palabra de los expertos

“La calidad de la educación en un enfoque competencial”

Bienvenido sea el controvertido término de las  “competencias básicas” , entendidas como capacidades holísticas e integrales, como conjuntos...