lunes, 22 de mayo de 2023

A los profesores les están dejando una tarea difícil

 


Identificar un ensayo escrito con inteligencia artificial es bastante sencillo. Ayudar a los estudiantes a navegar por los nuevos cambios tecnológicos es mucho más complicado.

Fuente: https://letraslibres.com/ciencia-tecnologia/future-tense-alumnos-chatgpt-preguntas-cambios-tecnologicos/

La redacción sonaba a típica verborrea de último minuto para intentar describir los conceptos del curso: las oraciones transmitían, en el mejor de los casos, un entendimiento superficial sobre lo que habíamos hecho este semestre y el argumento respondía vagamente a la pregunta. Era el tipo de ensayo que usualmente me hace preguntarme: ¿Alguna vez vino a clase este alumno? ¿Les he transmitido algo de valor?

Pero faltaban los pistas que típicamente delatan a un ensayo redactado en una noche de desvelo: no había errores gramaticales ni ortográficos, ni los ejemplos extraños que a algunos alumnos les parecen profundos a altas horas de la noche, pero que suenan muy mal a la mañana siguiente. ¿Era posible que, justo antes de terminar el semestre, estuviera viendo el primer ensayo de mis alumnos escrito por ChatGPT?

Puse una parte del texto en uno de los nuevos detectores de escritura de inteligencia artificial. Antes de dar clic, caí en cuenta de lo ridículo, y tal vez desesperanzador, que era lo que estaba a punto de hacer: iba a usar una máquina para ver si otra máquina había escrito el ensayo de un alumno. Me di cuenta de que estaba viviendo una prueba de Turing, en la que yo, la persona humana, ya no podía estar completamente segura de que estaba leyendo el trabajo de otro humano o una respuesta copiada y pegada producida por una I.A. generativa.

En el semestre de otoño me preocupaba saber si los ensayos estaban siendo comprados en internet: difícil de comprobar, pero resultaban ser tan malos que a los alumnos les iba mal de todas maneras. En el semestre de primavera las reglas del juego han cambiado por completo: debo estar atenta a si una máquina ha escrito los ensayos de mis alumnos.

Después de correr la prueba (10.1% escrito por un humano, según el programa), descansé la cabeza sobre la mesa de la cocina y me invadió un sentimiento de agobio por la avalancha de cambios tecnológicos que parecen haber avanzado a la velocidad de la luz desde enero: I.A. generativa para texto, imágenes y arte (y, en menor medida, música y video), poniendo en duda en qué podemos confiar y qué es real.

Por mi paz mental, necesitaba saber si tanto mi detector interno de mentiras como el detector automatizado tenían la razón en cuanto a que el ensayo era efectivamente obra de ChatGPT. En un correo electrónico al alumno le di la opción de ser honesto sobre si había utilizado la herramienta de I.A., prometiéndole que no iba a haber una penalización en su calificación ni una repercusión ética por lo que era, en el mejor de los casos, un ensayo de 7; después de todo, no lo había prohibido explícitamente en la tarea. Me dijo que lo había hecho y, como en la mayoría de los casos en los que se hace trampa, fue porque se sentía cansado, estresado, y desesperado.

Técnicamente, había ganado mi primer enfrentamiento (conocida) contra una máquina. Sin embargo, no experimenté un sentimiento de victoria.

Estudio y enseño acerca de medios de comunicación, política y tecnología, lo que significa que ayudar a las personas a entender el potencial disruptivo de las nuevas tecnologías de los medios de comunicación para la vida cívica es literalmente mi trabajo.

Esto también ha significado que este semestre ha sido uno de los más existencialmente desafiantes en mis 17 años impartiendo clases, y eso que di clases en Washington D.C. durante las elecciones de 2016 y los primeros años de la presidencia de Trump, y en Zoom durante el principio de la pandemia (lo que puso a prueba cada molécula de mi cerebro con déficit de atención).

Este año, no solamente asumí la tarea de jugar a golpear al topo con ChatGPT, sino que también me encontré tratando de asimilar lo que podría ser el cambio tecnológico más significativo desde la introducción de los teléfonos inteligentes. Más allá de las dinámicas del salón de clases, me doy cuenta de que hoy más que nunca es importante ayudar a mis alumnos (y a mí también) a encontrar el lenguaje adecuado para hablar de los cambios que estamos experimentando, así como a formular las preguntas que debemos hacernos para poder encontrarles sentido.

El potencial disruptivo de la I.A. generativa me consumía. A mí y a los demás, por supuesto: The Atlantic proclamó la muerte del ensayo universitario; mi universidad creó una clase nueva para alumnos y profesores de distintas disciplinas que explora la ética de la I.A. y convocó una serie de webinars y juntas para ayudar a docentes a entender al nuevo leviatán al que súbitamente nos estábamos enfrentando.

Mientras tanto, en cada una de mis tres clases me he obsesionado con enseñar sobre los desórdenes de la información, o las muchas maneras en las que nuestro entorno de información está contaminado, desde deepfakesclickbaits, o incluso las noticias hiperpartidistas. Y aunque podía explicar los procesos e incentivos para crear y consumir contenidos engañosos, hubo momentos en los que me abrumaba completamente la escala y la premura con la que GPT estaba generando caos.

“No tengo nada que decir”, les dije a mis estudiantes como respuesta a las fotos falsas del arresto de Trump que habían sido creadas por un periodista de un medio muy respetado de periodismo de investigación (que, en sus palabras, dijo que “solo estaba bromeando”). Rastreamos la línea de tiempo y hablamos sobre quién podría ser vulnerable ante la desinformación, pero en realidad fue un momento de clase que parecía completamente surrealista: ¿qué podría ser lo siguiente? (Enseño en una universidad católica, así que por lo menos la foto del Papa en una chamarra blanca aligeró el momento).

Sin embargo, mis alumnos estaban innecesariamente enfocados en mistificar de más la alteración de la información, la economía de la atención, y a los gigantes tecnológicos en general, renunciando así a su propia capacidad para entender lo que está pasando. “El algoritmo” y la “I.A.” se convirtieron en “el Coco” en mi clase: palabras todopoderosas que significan el fin de las carreras y encapsulan la ansiedad causada por todo, desde la graduación y la búsqueda de trabajo hasta los ataques a los derechos LGBTQ y al aborto.

Cuando escucho a mis alumnos discutir de estos nuevos “Cocos” tecnológicos, recuerdo los errores que hemos cometido al criticar a los medios de comunicación. Cuando las palabras por sí mismas encierran tanto significado, y tantas maneras posibles de interpretarlas dependiendo del orador, renunciamos innecesariamente a nuestra capacidad de comprender la precisión y los matices que necesitamos para encontrar los puntos de intervención y separar nuestra crisis existencial de las amenazas más inmediatas a la justicia social, al medio ambiente y la democracia.

Consideremos la multiplicidad de significados para “fake news”, desde memes en línea y políticos desacreditando al periodismo basado en datos, hasta la sátira y los programas nocturnos, entre otros. Se vuelve casi imposible saber quién califica de falsa una noticia, y aun más exigir rendición de cuentas.

Además, el colapso de grandes categorías o industrias para convertirse en entes únicos y unificados exagera su capacidad de influir en el público. La mayoría de los estadounidenses dirán colectivamente que no confían en “los medios de comunicación”, imaginados como una cábala de actores oscuros que manipulan al público a través de algún tipo de intento coordinado de control mental.

Sin embargo, unas cuantas preguntas de seguimiento harán que las personas eventualmente mencionen excepciones de los medios en los que sí confían, ya sea Fox News, el New York Times, o algún canal extraño en YouTube de teorías de conspiración. Los medios de comunicación no son un monolito: están constituidos por los deseos, decisiones y preguntas de las personas que los consumen.

De la misma manera, en lo que respecta a la I.A. generativa, si nos rendimos y lamentamos el fin del ensayo universitario, el fin de la abogacía, e incluso el posible fin de la humanidad, cedemos nuestra capacidad de dictar el futuro potencial de la tecnología a las voces más poderosas que invierten en ella.

En una clase de este semestre, un estudiante hizo una presentación que mostraba las capacidades de ChatGPT: diseñó una página web básica y nos contó una adivinanza que ChatGPT respondió correctamente. El estudiante no señaló el hecho de que ChatGPT también puede estar equivocado, y los estudiantes se fueron ese día murmurando: “eso es todo, este es el final, ya no tendremos trabajos.”

Convencerlos de lo contrario ha sido extremadamente complicado, pero para mis alumnos y para el público, la manera más rápida de sentirse desesperanzados ante un cambio tecnológico aparentemente imparable es decidir que es todopoderoso y demasiado complicado como para que una persona ordinaria lo pueda comprender. Esta desesperanza paraliza a la opinión pública en general, permitiendo a las empresas tecnológicas actuar sin ningún tipo de control.

Hay una sección en el plan de estudios de mi clase “Sobreviviendo a las Redes Sociales” que se titula “What hath God wrought” (¿Qué ha forjado Dios?), en referencia al primer mensaje telegráfico enviado. Una pregunta atinada que resiste el paso del tiempo y que refleja la incapacidad de nuestro lenguaje e imaginación actuales para comprender las formas en que los avances tecnológicos pueden moldear el futuro.

En esta sección de nuestro curso, los estudiantes se enfrentan a las incógnitas de las criptomonedas, el biohackeo, el amor robot y cómo nuestra vida digital continúa después de nuestra vida mortal. Mis estudiantes son capaces de definir las preguntas que estos avances inspiran, evaluar el panorama actual e identificar futuros probables a nivel individual y social, sin ser genios tecnológicos ni informáticos.

A eso quería llegar con el título de la sección. El hecho de que el primer mensaje por telégrafo de Samuel F.B. Morse de 1844, basado en un pasaje bíblico, todavía plantea una pregunta relevante debería darnos alguna esperanza de que tenemos la oportunidad para recuperar el control sobre un mundo que parece cada vez más cercano que nunca a una aniquilación tipo Terminator. (En nuestra trabajo final, indiqué específicamente a mis alumnos que poner una imagen en PowerPoint de un holocausto nuclear no era una respuesta aceptable a la pregunta sobre los peores escenarios posibles).

Lo que espero haber enseñado a mis alumnos es que cuando desarmamos los términos generales que hacen tan imposible aprehender este momento –“I.A.”, “algoritmo”, “Big Tech”– se abre la posibilidad de observar cómo las mismas preguntas y puntos de partida de críticas previas a la tecnología nos han preparado acertadamente para este preciso momento.

Podemos comenzar por lo básico: ¿A qué tipo de inteligencia artificial te refieres y qué uso o función específica te preocupa? ¿Quién hace dinero con este desarrollo particular de la tecnología? ¿Quién tiene la capacidad de implementar una regulación o fomentar su desarrollo?

O tal vez, de manera más simple, sería bueno que tomáramos en consideración lo que el futurista y experto en tecnología ética Jaron Lanier comentaba recientemente en el New Yorker: “la perspectiva más pragmática es considerar a la I.A. como una herramienta, no como un ente.” Cuando recordamos esto, que hemos creado estas tecnologías como herramientas, estamos facultados para recordar que tenemos la capacidad de moldear su uso.

Para fines prácticos, estoy tratando a GPT como una calculadora: la mayoría de nosotros usamos calculadoras en clase de matemáticas y de todas maneras no sacamos calificaciones perfectas. Después de descubrir mi primer ensayo elaborado con ChatGPT, decidí que, de ahora en adelante, los estudiantes pueden usar la I.A. generativa en las tareas, siempre y cuando expliquen cómo y por qué lo hicieron. Espero que esto me lleve a golpear menos mi cabeza contra la mesa de la cocina y que, en el mejor de los casos, sea una lección en sí misma. ~



jueves, 11 de mayo de 2023

Por qué ni Milei (ni nadie) podrá implementar los vouchers educativos: 11 puntos para entenderlo

 Las razones por las cuales no es posible ejecutar la medida que propone el candidato a presidente de La Libertad Avanza.

El tema de los vouchers educativos o “sistema de libre elección de escuelas” es tan complejo que lleva tres clases en el curso de posgrado sobre sistemas educativos comparados. Por eso, van 11 puntos esquemáticos para entender de qué se trata y por qué Javier Milei no los podrá implementar (ni nadie) en la Argentina bajo su (posible) presidencia.

  1. El sistema de vouchers educativos se basa en que los fondos de educación del Estado no van a la oferta educativa (salarios, edificios, becas, útiles) sino a la demanda: cada familia recibe un vale (voucher) que equivale al dinero de la escolarización de cada uno de sus niños.
    Con ese voucher, cada familia elige la escuela que quiera para sus hijos (pública o privada; cerca o lejos; religiosa o laica; progre o conservadora; con disciplina férrea o con inteligencia emocional; rosista o sarmientista, tecno o anti-tecno, etc.) de acuerdo a sus preferencias, por eso el sistema también se llama de “libre elección de escuela”. Si es una escuela pública, entrega el voucher y nada más; si es privada, deberá pagar un “copago”. Dato interesante: con el voucher se acabarían en la Argentina los subsidios a las escuelas privadas.
  2. Ese dinero sigue al alumno por lo que si una familia está disconforme puede llevarse el hijo y su voucher a otra escuela. Las escuelas, por tanto, dependen de la elección de las familias. Si una escuela (pública o privada) pierde alumnos al punto de no sostener sus costos, cierra.
    Según la teoría, se genera competencia entre escuelas para captar alumnos y por eso también se denomina “cuasi-mercado educativo”: las escuelas compiten como si fuera un mercado pero con financiamiento estatal. La idea es que la competencia genera incentivos a mejorar la calidad de la educación y a una inversión en la escuela más eficiente.
  3. El referente original del sistema de vouchers educativos fue el economista liberal Milton Friedman en unos pocos párrafos de un libro que publicó junto a su esposa pero sus propuestas de política pública fueron muy generales y poco prácticas. Hacia 1988 dos autores norteamericanos, John Chubb y Terry Moe, publican el trabajo icónico más serio, con fundamentos estadísticos y políticos: habían sido los asesores estrella de la reforma pro mercado de Margaret Thatcher.
    Pero no todo es neoliberalismo y derecha: también hay propuestas de vouchers por izquierda: en 1993 el economista post marxista Herbert Gintis propuso un voucher “igualitarista” que aseguraba incorporar lo mejor del mercado y lo mejor del Estado.
  4. Hay muy pocos países con sistema de vouchers educativos y la mayoría se implementaron entre los 80 y principios de los 90: Chile, Nueva Zelanda, Suecia y poco más. Holanda es la excepción porque tiene un sistema muy parecido al de vouchers desde 1919. Nótese que se trata de países con perfiles sociales y políticos muy diferentes entre sí: en Chile fueron implementados en 1981 por Pinochet; Suecia y Holanda son países con estado social fuerte (Suecia, el país más justo del mundo ¡tiene vouchers!) y Nueva Zelanda que tiene un modelo clásicamente ortodoxo (“neoliberal”). No parece haber un patrón ideológico muy marcado.
    Si bien es cierto que estos países son relativamente exitosos en términos de evaluaciones internacionales de los aprendizajes (Chile está por encima de la media latinoamericana) a muchos otros países les va muy bien sin vouchers. O sea, la evidencia es controversial y no está claro si les va bien a causa de los vouchers. Algunas investigaciones han sostenido que la libre elección de escuelas genera mayor segregación socioeconómica, pero hay países sin vouchers que tienen igual o mayor segregación socioeconómica en sus escuelas. En fin… nada es concluyente ni determinante.
  5. En Estados Unidos no hay sistema de vouchers aunque hay fundaciones y estados que sortean becas para que las familias puedan pagar la escuela privada que elijan. Los llaman “vouchers” pero no cumplen con los requisitos de un cuasi mercado: el nombre es una forma de promocionarlos, pero nunca fueron implementados. Donald Trump lo había prometido en su campaña presidencial y para eso nombró a cargo de la educación de su gobierno a Betsy de Voss, una referente de la movida pro mercados en educación, pero durante su gobierno no avanzó absolutamente nada. Veremos por qué.
  6. Hoy no hay ningún país del mundo que avance hacia un sistema de vouchers. Fue una corriente de los 80 y principios de los 90 que se agotó. Incluso el Banco Mundial y la OCDE, basados en los datos de las pruebas PISA, se posicionan en contra de estimular vouchers. La vida te da sorpresas.

¿Por qué un presidente argentino no puede implementar vouchers?

A diferencia de la propuesta de dolarización de la economía, la dificultad para aplicar un sistema de vouchers en la Argentina no radica en problemas técnicos o en las consecuencias sino en su imposibilidad fáctica, que se remonta 180 años atrás.

  1. Hoy un Presidente no puede establecer un sistema de vouchers educativos porque según la Constitución de 1853 (con sus reformas de 1860 y 1994) la educación depende de cada una las provincias, no del gobierno nacional. Es decir, para instalar un sistema de libre elección de escuelas se debería modificar el artículo quinto de la Constitución Nacional, desempoderar a las provincias, nacionalizar la educación y cambiar el esquema de coparticipación federal de impuestos. Este fue el mismo motivo que inhibió a Trump: el carácter federal del sistema educativo.

Pero si aún así quieren hacerlo, hay algunas opciones algo menos lisérgicas:

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  1. Opción A: Dinamitar el Ministerio de Educación de la Nación y todo ese gasto transferirlo a las familias de la Argentina. Técnicamente no sería un voucher sino una“beca”, pero nos sacamos el gusto. La dificultad es que todo el dinero nacional hoy disponible para repartir entre alrededor de 10 millones de estudiantes serían unos irrelevantes $3.000 por mes… y su única utilidad como voucher sería ayudar muy poquito a pagar la escuela privada.
  2. Opción B: Semi dinamitar el Ministerio de Educación y con ese dinero establecer acuerdos pro vouchers con provincias incentivadas por mayor financiamiento nacional vía vouchers. La dificultad es que dada la exigua cantidad de dinero de la Nación destinada a la educación (y suponiendo la obviedad de que los que proponen voucher no quieren aumentar el gasto público) solo unas pocas provincias con pocos estudiantes podrán postularse voluntariamente a la aventura. Además, faltaría una burocracia nacional muy grosa para coordinar el desbole, así que cuidado con lo que semi-dinamiten.
  3. Opción C: Des-dinamitar el Ministerio de Educación e inyectarle muchos más recursos para volver a crear y gestionar escuelas nacionales en cada provincia como lo dispuso la Ley Lainez en 1905. Una dificultad adicional de este escenario absurdo es que en la Argentina de 2023 (a diferencia de la de 1905) la educación ya no está en expansión acelerada por lo que este sobre financiado al sector nacional sería muy chico hasta que la gente lo prefiera más y se aumente el gasto o se baje el valor del voucher.
  4. Rezar para que semejante desbole salga bien en sus términos, sea bien implementado de acuerdo a su esencia y además tenga efecto positivo en la inclusión y la calidad educativa: la evidencia es controversial porque no está claro si el virtual éxito relativo de los países con vouchers se debe a los ellos o a otra cosa.

En resumen, constitucionalmente hoy es imposible y las opciones subóptimas son tan complicadas legal, política y sobre todo financieramente que resultan cuasi lisérgicas. Sólo una buena presentación en power point las puede hacer parecer sensatas.

Pero claro, esto es Argentina.

Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella. Académico Asociado de Argentinos por la Educación.

miércoles, 10 de mayo de 2023

Vouchers educativos: cómo funciona el sistema que propone Milei para reemplazar "la educación gratuita y obligatoria"

 

El precandidato a presidente por La Libertad Avanza presentó su política en materia de educación, imitando el programa que tiene Chile y otros pocos países del mundo.

Fuente: https://www.perfil.com/

"Si querés estudiar, vas a tener un voucher y vas a poder estudiar", afirmó esta semana el precandidato presidencial por La Libertad Avanza, Javier MileiSu programa educativo en caso de ser electo generó polémica, ya que indicó que eliminaría la obligatoriedad y la gratuidad del sistema educativo actual. En su lugar, propuso usar unos "vouchers", medida que está siendo utilizada por algunos países, como Chile.

"El sistema de la obligación no funciona. Si querés estudiar, vas a tener un voucher y vas a poder estudiar. El tema de la obligatoriedad es querer controlar a los seres humanos e imponer tu patrón moral. El que quiera estudiar, estudia, pero obligar no me gusta", había expresado el libertario.

Milei anticipó que en su gestión "la educación dejará de ser gratuita" y encendió una nueva polémica

Y agregó: "¿El sistema como está ahora funciona bien? El 60% de los chicos de 10 años no lee ni entiende un texto y en Matemática estamos peor. En las pruebas PISA estamos pésimo y nos echaron por fraguar la muestra. Aún así dio mal".

Para el diputado, la manera de resolver la problemática educacional es a través de un sistema de vouchers. Esta propuesta se trata de implementar una lógica de mercado en el sistema educativo, a partir de la cual la educación es vista como un bien y se busca financiar la demanda (los alumnos) en lugar de la oferta (las escuelas).

Bajo esta premisa, son los estudiantes los que reciben el dinero destinado a la educación y recaudado por el Estado a través de impuestos. El presupuesto total se divide entre los niños en edad escolar, determinando así el valor de cada cheque escolar. Las familias reciben estos vouchers con el objetivo de decidir cuál es la mejor institución para enviar a los menores.

Javier Milei 20230416
Ante la controversia que generó su propuesta, Milei aseguró que "a nadie le va a faltar la educación que tiene".

A través de esta lógica de mercado, los colegios tendrán que competir entre sí para "atraer" a la mayor cantidad de alumnos posibles. Siguiendo esa línea de pensamiento, se cree que las escuelas se esforzarán para conseguir destacarse con respecto a la "competencia".

"La educación es un desastre y el país un baño de sangre. Hay un Estado fallido que todo lo que hace lo hace mal. Las instituciones tiene que competir y ser buenas. Vas a tener educación pública y educación privada. La diferencia es que no vas a ser rehén del adoctrinamiento del Estado", manifestó al respecto el precandidato libertario.

"En el mundo ideal, vos podés tener un sistema de vouchersvos estudiás y te doy los vouchers", expresó Milei. Y agregó: "Yo te lleno una tarjeta para que vos pagues la institución a la que quieras ir. Podés ir a una de gestión estatal o privada. Elegís la que te de la gana".

El origen de los "vouchers educativos" y su impacto en países que los adoptaron

Este sistema educativo fue propuesto durante la década de los sesenta por el economista Milton Friedman como una alternativa liberal a partir de la cual se favorecería la elección de cada padre sobre la educación de sus hijos. Con el paso del tiempo, distintos países implementaron esta medida con resultados variados. Algunos de ellos son Chile, Nueva Zelanda, Dinamarca y Suecia.

En el caso del país sudamericano, los resultados en las pruebas internacionales lo posicionan como líder en la región, aunque eso no es indicador de que la mejora en materia educativa sea producto del sistema de cheques escolares. En cuanto a Suecia, ejemplo que en el pasado Milei usó para asegurar que "esto funciona", entre 2003 y el 2012 fue obteniendo peores resultados a medida que pasaban los años. Sin embargo, en la última edición de los PISA estuvo entre los diez Estados mejor situados y en el top cinco de Europa.

Javier Milei: "Quizás alguien no tiene plata y no quiere que lo adoctrinen con las basuras marxistas”

Esta no es la primera vez que el funcionario libertario propone un sistema de vouchers en lugar del modelo educativo actual. En ese sentido, en 2021 ya había criticado la situación de la Argentina en materia de educación, ante lo que destacó la alternativa de los cheques escolares.

"Todas (las escuelas) van a ser aranceladas, pero uno puede usar el voucher para ir a la que uno quiera, estatal o privada. Y en el proceso, todas las instituciones van a tener que competir y eso genera un mejor servicio", mencionó en aquella oportunidad. Además, explicó que "la sociedad decide que haya Estado, entonces se recauda el dinero para financiar la educación de todos, y ahí cada uno recibe un voucher, y con ese voucher decide libremente en qué institución estudiar".

MB / ED

“La calidad de la educación en un enfoque competencial”

Bienvenido sea el controvertido término de las  “competencias básicas” , entendidas como capacidades holísticas e integrales, como conjuntos...