domingo, 27 de septiembre de 2020

¿Por qué no soy un meritócrata?

 Como igualitarista defiendo un punto de equilibrio razonable y productivo entre equidad y meritocracia. El problema en la Argentina es la forzosa situación de tensión entre ambos.


Por Mariano Narodowski

Fuente: https://www.cenital.com/por-que-no-soy-un-meritocrata/

Comencemos con un ejemplo.

Un caso exitoso de meritocracia argentina es el CONICET: tiene un mecanismo de selección al que solo accede una élite científica y no necesariamente los que más se esfuerzan. Así, los recursos para la investigación y la tecnología rinden los mejores resultados. Yo mismo doy fe de ello: intenté ingresar al CONICET y no fui seleccionado a pesar de mis enormes esfuerzos por contribuir con libros y artículos científicos al conocimiento pedagógico. Y no estuvo mal, porque los que ingresaron seguramente eran mejores que yo. La excelencia no se negocia.

La meritocracia, entonces, no es otra cosa que una forma de organización de la sociedad que adjudica más recursos (materiales o simbólicos) a los que hacen algo mejor que los demás; no a los mejores (eso es una aristocracia) sino a los que generan mejores resultados. La meritocracia no reconoce el esfuerzo sino sus efectos. Con menores esfuerzos y mejores resultados, mayor va a ser la recompensa.

En una sociedad democrática, la meritocracia reconoce una contribución al aumento de la riqueza y al mejoramiento de las condiciones de vida -material, cultural, simbólica- a la sociedad en su conjunto o al propio individuo. Pero su gran problema es que el esfuerzo puede ser un modo de obtener mejores resultados, pero no el único. Por ejemplo, los que nacen en un hogar con menores problemas económicos y mayor nivel educativo tienen más chances de conseguir mejores resultados que los que, producto de la suerte,  les tocó nacer en la pobreza. Esto es un inconveniente para la democracia: el mérito individual finalmente está asociado al azar, a la suerte de donde te tocó nacer. Un hogar de Recoleta o de Caballito con padres profesionales universitarios, biblioteca y vacaciones ofrece más chances que nacer en el Bajo Flores.

Esto es la gran falla de la meritocracia: ser mejor no es para cualquiera sino, mayoritariamente, para los suertudos beneficiados por la lotería del nacimiento. Los mejores son los habilitados por su origen para llegar a ser mejores. 

La cura para esta falla es la equidad: asignar más recursos a quienes consiguen los peores resultados por estar en las peores situaciones sociales causadas por el azar. Alguien podrá reprocharme que los pobres no lo son por azar sino por sus propias decisiones de vida. Si bien no acuerdo, dejo la discusión para otro momento para centrarme en una idea incontestable incluso para el más libertario de los libertarios: los chicos de familias pobres no tuvieron la oportunidad de decidir ser pobres (nadie elige dónde nacer) por lo que la equidad debe aplicarse al menos a ellos sin ningún margen de duda. 

La equidad, al contrario de la meritocracia, sí implica valorar el esfuerzo de las personas y asignarles recursos aun sabiendo que es probable que no consigan buenos resultados. La educación pública gratuita y obligatoria es la mayor tecnología social pro-equidad jamás creada: ahí sí se reconoce el esfuerzo, muchas veces por sobre el mérito. 

La equidad es más efectiva que la beneficencia porque ella difícilmente deje de reproducir los privilegios obtenidos por el azar de haber nacido en mejores condiciones. Excepto Francisco de Asís y pocos más, los benefactores van a donar una cantidad que no ponga en juego su posición privilegiada. Eso no impugna a la beneficencia, sino que la sitúa como mecanismo compensatorio pero que no evita la reproducción de la pobreza.

La decisión por la equidad no solo responde a un principio moral o de derechos sino también a la consolidación de una mejor meritocracia, aunque no lo parezca. Si las clases favorecidas se convencen de que nadie de afuera podrá competirles, se achanchan y generan una cultura rentista, de acomodo, clientelar, de cuña, contactos familiares, escolares, de vecindad, de apellido y de beneficios heredados. Este rentismo, patrimonialismo y nepotismo típicos de la Argentina  estatal y privada retrasa el desarrollo  y en ese caso sí aplica bien lo que dijo el presidente Fernández: el más tonto de los ricos tiene más posibilidades de progreso que el más inteligente de los pobres, a causa –completo la idea yo- de haber nacido en una familia rica. 

Al contrario, la equidad sostenida en el tiempo hace surgir más y mejores talentos que desafían a los antiguos poseedores del mérito y amplían los márgenes de debates como este. Los recién llegados al mérito, como mi caso, suelen ser vituperados por los viejos núcleos rentistas por su falta de modales, de apellido, de roce o de clase, o por aportar ideas nuevas y disruptivas. ¿Y a este quién lo conoce? Si se trata de una recién llegada mujer, el conflicto es mayor aún. Pero esa nueva meritocracia “grasa” pero mejor, irremediablemente va a ir ocupando lugares de mérito hasta que una nueva y mejor grasada los (nos) cuestione. Ese es el ideal de una sociedad abierta, plural y democrática donde nadie tiene la vaca atada.

A mi, que me fue bastante bien y que a pesar del CONICET tengo reconocimiento material y simbólico de la sociedad, tal vez me convendría ser un meritócrata anti equidad, como tantos otros de los que estamos en la mitad de arriba de la pirámide social. Pero ese razonamiento además de mezquino puede volverse en contra: congelar lo que hay nos hace disputar una torta más pequeña que, como se ve en la Argentina, también se va  achicando para los que nos fue bien y ahí sálvese quien pueda. Por eso propongo que dejemos de lado esta idea de la meritocracia aplanada: si no es por solidaridad que sea al menos por conveniencia.

Como igualitarista defiendo un punto de equilibrio razonable y productivo entre equidad y meritocracia. El problema en la Argentina es la forzosa situación de tensión entre ambos, lo que los economistas llaman trade off. Los recursos para la equidad sacrifican los recursos para el mérito pero la equidad necesita los recursos que produce la meritocracia y la meritocracia será más efectiva con los efectos de la equidad. No hay escapatoria.

Por eso, la Argentina exige un equilibrio consensuado entre meritocracia y equidad. Necesita meritocracia en el Estado y en el sector privado para reconocer profesionales del más alto nivel y así sostener el desarrollo y la excelencia y a la vez aplicar recursos a los vulnerados por el azar para igualar oportunidades, romper el círculo vicioso de la reproducción intergeneracional de la pobreza y ampliar las opciones de desarrollo.

Propongo respetuosamente revisar la frase del presidente Fernández que suscitó estas líneas: lo que nos hace evolucionar es el mérito pero también, como dijo, el “garantizar condiciones para el desarrollo a los más pobres”; no “las mismas que a los ricos” –como afirmó el Presidente– sino mejores

jueves, 24 de septiembre de 2020

¿Cuánta inversión pública hay dentro de un iPhone? La sorprendente explicación de un diputado español (VIDEO)

El líder de Más País y cofundador de Podemos, Íñigo Errejón, desmontó la narrativa neoliberal con la que suele explicarse el éxito de este tipo de productos y desveló el rol central de la financiación pública en el desarrollo industrial.

Fuente: RT


El diputado español de Más País Íñigo Errejón (que también fue cofundador del partido Podemos) ha explicado, en una sorprendente intervención en el Congreso español, por qué un iPhone puede ser visto como un símbolo del papel central que ocupa el Estado en el desarrollo de la industria, incluso como respaldo e impulso de la iniciativa privada. 

Errejón recordó que este tipo de dispositivos avanzados se utilizan a menudo como "ejemplos de emprendimiento", con la historia de "Steve Jobs en un garaje" dando los primeros pasos para "llevar adelante un negocio privado en condiciones muy difíciles casi por su mérito individual".

Sin embargo, el diputado de Más País ofreció otra perspectiva desde la tribuna de oradores de la Cámara Baja. Citando a la economista Mariana Mazzucato, dio un repaso al origen de las diferentes "aplicaciones y desarrollos tecnológicos incorporados al iPhone", revelando información que contradice la narrativa épica sobre la iniciativa privada, que generalmente se asocia a la marca Apple y a este tipo de avances tecnológicos en general. 

"Resulta que la pantalla multitáctil se desarrolló en la Universidad de Delaware con dinero público de la Fundación Nacional para la Ciencia. Internet es un proyecto que arranca con financiación pública del Departamento de Defensa [de los EE.UU.]. El HTTP, del laboratorio europeo CERN [Organización Europea para la Investigación Nuclear], en Ginebra", explica Errejón.

Pero la lista no se detiene ahí: el diputado español menciona asimismo que la tecnología GPS también fue un proyecto del Departamento de Defensa de los EE.UU. y que las baterías de ion-litio se desarrollaron con financiación del Departamento de Energía, también a cargo del erario público estadounidense.

 A continuación, el político arremetió contra quienes le reprochan tener un iPhone y defender a la vez "ideas de redistribución social y de Estado fuerte", como si hubiera una incoherencia ideológica intrínseca en ello. "Cuando yo miro un iPhone, en realidad, lo que veo, es la perfecta demostración de que la única posibilidad de tener un desarrollo industrial es con un rol central de un Estado emprendedor del que luego se aprovechan y con el que luego colaboran muchas empresas privadas", concluyó al respecto. 

Tal como señaló Errejón al principio de su intervención, el Congreso español entrega actualmente un iPhone a cada diputado, como parte de la dotación de material que reciben cuando acceden al cargo.  

https://youtu.be/8_7SnI1rggs

sábado, 29 de agosto de 2020

Una respuesta a Gustavo Iaies: Ni escondidos ni perseguidos, cuidados por el Estado

 Por Ana Abramowski, Felicitas Acosta, Mariela Arroyo

Fuente: pagina12.com.ar

Los dichos de Gustavo Iaies (Clarín, 27-9-2020) asocian de manera desatinada el aislamiento social preventivo y obligatorio con las estrategias de supervivencia individuales de familias judías durante el Holocausto. Sostenemos que la comparación de la vida de lxs jóvenes en el ASPO con la experiencia fatídica de Ana Frank es un modo de invertir el orden de los fascismos en nuestro país a la vez que se banaliza el Holocausto como hecho histórico.

En primer lugar, lxs niñxs y jóvenes no están ni escondidos ni huyendo: son destinatarixs de políticas diseñadas por un gobierno nacional democráticamente electo y acompañadas por un gran sector de la sociedad que elegimos cuidarnos y cuidar a las infancias y adolescencias en el contexto de una pandemia. Es lo que permite a la vez cuidar a sus mayores al reducir la circulación viral, y debe constituirse en mensaje educativo frente a las distorsiones en nombre de una “libertad” que denota desprecio antes que cuidados.

En segundo lugar, lejos de la escritura de diarios personales como búsqueda de un espacio de reconocimiento, lxs niñxs y jóvenes son sujetos de derechos: desde el ámbito nacional, jurisdiccional, institucional y docente se articularon estrategias para sostener la escolarización acompañadas de políticas de protección hacia ellxs y sus familias que, como la AUH, el PROGRESAR o el IFE, garantizan la reproducción de sus vidas. Ello ha permitido, tal como muestran diversidad de encuestas y evaluaciones, sostener la relación con la escuela.

En tercer lugar, precisamente, dichas estrategias no convocan a olvidar o negar el afuera, más bien a asumir las responsabilidades de cuidado propio y colectivo en la circulación y en los espacios públicos. Atender los protocolos acordados en el Consejo Federal de Cultura y Educación por parte de las jurisdicciones va en esa dirección.

Las propuestas para sostener la escolarización en situación de pandemia tienen alcances y limitaciones; estas últimas especialmente para los sectores más vulnerables de nuestro país. Pero en tal caso, no se trataría que lxs estudiantes “desconectadxs” se acerquen al sistema, sino al revés: de qué manera el sistema continúa garantizando su derecho a la educación. La búsqueda de esta garantía no debiera inducirnos a comparaciones falaces que, como la que propone Iaies, constituyen una afrenta a la memoria y la transmisión.

*Firman esta nota Ana Abramowski, Felicitas Acosta, Mariela Arroyo, Karina Benchimol, Silvina Cimolai, Silvina Feeney, Nora Gluz, Oscar Graizer, Graciela Krichesky, Alicia Merodo, Paula Pogré, Nadina Poliak, Carolina Scavino, Juan Carlos Serra, Flavia Terigi, Gabriela Toledo, Ana Gracia Toscano, del Área de Educación del Instituto del Desarrollo Humano de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

Debate La educación en tiempos de pandemia: no les propongamos a los chicos el camino de Anna Frank

 

¿Les decimos que sigan encerrados y se olviden de lo que pasa afuera? No parece el mejor camino como sociedad.

Por Gustavo Iaies
Fuente: Clarin.com

Anna Frank nació en junio de 1929 en Alemania. A los 13 años, el avance los nazis la llevó a esconderse, junto a su familia, en un sótano de Amsterdam.

Sus padres le regalaron un diario para su cumpleaños y esa fue su ventana a la vida lejos del horror. Contaba cuentos, historias, imaginaba, creaba, y ese texto le permitió construir otra vida.

Lo cierto es que mientras por las calles caminaba el horror, Anna escribía cuentos fantásticos en los sótanos, donde se ocultaba.

¿Es la salida? ¿Les proponemos a nuestros chicos que sigan encerrados y se olviden de lo que pasa afuera? ¿Los invitamos a olvidarse de la escuela y del horror de la pandemia?

No parece el mejor camino como sociedad, ni como propuesta a ellos; me parece que los adultos deberíamos hacer algo.

¿Nos sentamos a esperar la vacuna? ¿Aguardamos algún otro tratamiento? No parece que sea un buen mensaje a los chicos, pareciera que los “adultos debemos hacer de adultos” y proponerles un camino de salida, al menos mostrando el esfuerzo.

La Ciudad propone ir a buscar a los que tienen más dificultades, los directores de las escuelas parecen dispuestos a buscar un protocolo institucional para sus alumnos, pero alguien se ha puesto en evaluador y les dice que no, que no conforma sus criterios.

Les proponemos seguir escribiendo el diario de Anna Frank o vamos por intentos de un camino positivo, de búsqueda, de prueba de mejores caminos.

Hay modelos de reinserción en la escuela, separando grados por día, dividiéndolos en mitades, reduciendo las horas, todos ellos con el tapabocas y lavándose las manos todo el tiempo. Lo importante, recuperar a sus docentes y compañeros y recuperar un camino de mejora de la vida en sociedad.

Estoy convencido de que los alumnos pueden cuidarse, que sus docentes y directores podrán contenerlos y darles pautas. Estoy convencido que la escuela puede y que debemos intentarlo.

Los chicos pueden, los maestros también, todos podemos ayudarlos a buscar un camino razonable de salida. 

El autor de esta columna es director de la Escuela de Gestión Educativa – ESEADE.

miércoles, 8 de julio de 2020

Orientaciones para la educación en modo pandemia

Boletín de novedades educativas N° 109


Entrevista a Rebeca Anijovich


Orientaciones para la educación en modo pandemia
 
En este boletín entrevistamos a Rebeca Anijovich, quien brindó una serie de orientaciones pedagógicas y didácticas para la educación en el contexto de pandemia. A su vez analizó aspectos de este proceso y los vínculos entre docentes, alumnos con el aprendizaje.

miércoles, 1 de julio de 2020

Educación y pandemia

Educación y pandemia 

¿Qué cambios pueden servir de este proceso
en el futuro?



En este podcast entrevistamos al tecnólogo y emprendedor Santiago Bilinkis con la intención de contar con un análisis transversal respecto a las prácticas  y a los usos tecnológicos en el proceso de educación en pandemia.  En ese sentido encontrarán algunas referencias para pensar estrategias pedagógicas que puedan continuar combinando virtualidad y presencialidad  luego de esta situación. 

lunes, 29 de junio de 2020

Carlos Skliar: "Volver a la escuela va a ser complicado por cómo están chicos y educadores"

El pedagogo analiza la educación en la era de la covid-19

Dice que la educación exhibió en la pandemia su costado más burocrático, centrado en la tarea, resolución y evaluación. Y rescata que se haya eliminado este último término. La “tecnoeducación”, el papel de los docentes, el nuevo paradigma.

viernes, 8 de mayo de 2020

Desigualdades educativas en tiempos de coronavirus

Por Pedro Núñez, director académico del Doctorado en Ciencias Sociales de la FLACSO Argentina.
Publicado en La Vanguardia Digital, 14 de abril de 2020.

La pandemia del coronavirus ha desatado muchos problemas y ha puesto en evidencia muchos preexistentes, uno de ellos: la desigualdad. En materia educativa, los problemas preexistentes han quedado evidenciados de la manera más cruenta. Pero también la experiencia crítica vinculada a esta crisis puede ser el caldo de cultivo para soluciones más innovadoras y perdurables.

En 1997, fines del menemismo en la Argentina, en el mundo académico y educativo había logrado cierta circulación el libro La nueva era de las desigualdades de Fitoussi y Ronsavallon. En su trabajo los autores franceses prestaban atención a dinámicas desiguales que, ante la magnitud de las transformaciones sociales ocurridas por esos años, se caracterizaban por ser más más móviles y flexibles. Según su mirada no se trataba ya sólo de pensar los cambios y continuidades en términos del par igualdad-desigualdad a partir de ejes clásicos –o persistentes– como el género, la clase o el poder sino más bien intentar comprender la complejidad que adquiere la desigualdad en las sociedades actuales. Esas nuevas desigualdades se distinguían, fundamentalmente, por ser intracategoriales, es decir, era preciso observar el trato desigual hacia dentro de una misma categoría de análisis (los docentes, los estudiantes, o el colectivo que se les ocurra). Si bien a Fitoussi se le perdió algo el rastro, los posteriores trabajos de Rosanvallon también tuvieron cierta circulación en algunos ámbitos, al punto que se convirtió en un asiduo visitante de nuestro país (cuando todavía eran posibles los viajes académicos para dictar conferencias y presentar libros).

Pero vamos a quedarnos con docentes y estudiantes, porque de ellos y ellas se tratan estas líneas pensadas a la par de la temporalidad pastosa de la cuarentena, un tiempo sin tiempo o, mejor dicho, de un «eterno domingo», pero sin que la mayoría de las obligaciones sociales se hayan acomodado al ritmo dominical.

No es novedad que la cuarentena implica una desorganización del tiempo, o del tiempo tal como lo conocíamos. Si de acuerdo a Norbert Elias la función de los calendarios y relojes, tanto como la organización de nuestras agendas (de trabajo, pero también podríamos agregar de organización del cuidado), contribuyen a la construcción de marcos organizativos, el tiempo del COVID-19 pareciera tener un ritmo particular.

El sistema educativo durante el COVID-19 trastoca aún más sus funciones, en tanto una de sus tareas centrales se relaciona con la regulación del tiempo, como faceta indispensable del control de las emociones y el respeto de ciertas rutinas que serán efectivas en la futura trayectoria laboral. El uso específico de un tiempo y espacio escolar es una de las piezas que, en palabras de Pablo Pineau, no sólo diferencia los espacios de trabajo y de juego sino que «define ciertos momentos, días y épocas como más aptos para la enseñanza, los dosifica en el tiempo y les señala ritmos y alternancias».  Como contracara, pocas dudas caben de que la posibilidad de generar disrupciones en los calendarios es uno de los elementos principales de negociación con el cuentan los sindicatos docentes –particularmente en la disputa por el inicio de las clases, su alteración durante el año o la necesidad de recuperar o no los días considerados “perdidos”–. De un modo similar, el movimiento estudiantil suele incrementar su margen de discusión en la agenda pública cuando logra alterar el funcionamiento cotidiano de las instituciones.

Muchas de las desigualdades que devela este tiempo y parecen novedosas en realidad son preexistentes y se interrelacionan (históricas como el espacio y biblioteca en la casa, las necesidades de cuidado, el trabajo, la changa, las más nuevas dificultades de conectividad).

Sé que hay múltiples situaciones y problemáticas en el durante el coronavirus, pero una no menor, y a la cual no se le está prestando la suficiente atención, es qué ocurre en nuestra cotidianeidad cuando no tenemos el sonido del timbre como organizador de nuestra jornada (como la del pitido de la fábrica). El sonido de la campana o del timbre marca el inicio y finalización de la jornada lectiva, los tiempos de recreo, el cambio de turno, el momento de retirar a niños y niñas de la institución, el momento en el cual los estudiantes del secundario recuperan su condición plena de jóvenes. Se trata de secuencias que son parte de nuestra educación sentimental, otra de esas escenas como la del perro que retoza al sol en un patio de escuela, del sonido que acopla en un acto escolar –nunca lograremos que el sonido ande bien– o la pantalla que no enciende correctamente.

Además de esta pérdida de referencias propia de la reconfiguración del tiempo, en los pocos días que llevamos en esta nueva situación enfrentamos el posible surgimiento de nuevas desigualdades escolares, que se suman a las muchas preexistentes. En estas semanas enfrentamos una disparidad de situaciones: los que tienen un rato de clase por Zoom o un soporte similar, los que acceden a la plataforma de ciertas editoriales o grupos económicos, quienes reciben mails de la escuela con actividades y quienes dependen de la ocurrencia de alguna/algún docente. Estas son sólo algunas de las posibles respuestas.

Muchas de las desigualdades que devela este tiempo y parecen novedosas en realidad son preexistentes y se interrelacionan (históricas como el espacio y biblioteca en la casa, las necesidades de cuidado, el trabajo, la changa, las más nuevas dificultades de conectividad). En ese tiempo pre coronavirus teníamos claro que la desigualdad era una arista insoslayable de los temas de agenda que, por ejemplo para el caso de la escuela secundaria, la tendencia a su universalización trajo al centro del debate. La desigualdad educativa es un tema de reflexión en nuestros países, una preocupación de orden público, una cuestión sobre la cual se debate y nos preocupa. Adquiere particularidades diferentes de acuerdo al país (en Chile más vinculado a la demanda por la calidad, en el Uruguay por las tensiones entre derechos consagrados y tradiciones, en la Argentina por la inclusión; por mencionar solo los países del Cono Sur) pero está presente y tiene incidencias en la legitimidad que logran las políticas para amortiguar las brechas.

En los tiempos pre coronavirus también sabíamos (en realidad, sabemos, porque esto no ha cambiado ni mucho menos) los tipos de desigualdades más extendidos: la más obvia vinculada al acceso. Para continuar con el caso del nivel secundario, su masificación no implicó necesariamente una democratización del mismo –entendida como ampliación de la calidad de la ciudadanía–. No había, no hay, una asociación mecánicamente virtuosa entre inclusión-igualdad, un proceso no tiende necesariamente hacia cierto tipo de resultado garantizado. Hace tiempo que predomina la diversificación en las estrategias de una escuela que busca orientarse a los públicos que acceden, como parte de un proceso de fragmentación producto de la expansión a través de inclusiones desiguales, en palabras de Gonzalo Saraví. En momentos de tendencias contrapuestas en la desigualdad, de acuerdo a la admirable conceptualización de Gabriel Kessler, este acceso tiene, en el caso argentino, más inconvenientes entre las provincias y, en algunos casos, al interior de las mismas, tanto como diferencias de acuerdo al tipo de institución en la cual se estudia.

No había, no hay, una asociación mecánicamente virtuosa entre inclusión-igualdad, un proceso no tiende necesariamente hacia cierto tipo de resultado garantizado.

A esas desigualdades se adicionan las propias del comportamiento del sistema y las trayectorias de los distintos grupos sociales. Un problema clave son las diferencias entre las tasas de ingreso y egreso, sumado al tiempo que muchos demoran en finalizar los estudios, aspectos que repercuten más en sectores socio-económicos bajos y en algunas zonas del país. Pero también hay desigualdades en la experiencia escolar, de acuerdo al tipo de vínculo que se construye en las instituciones, a la situación de travestis, grupos LGBTIQ, de acuerdo a la posesión de ciertos atributos como el de “joven peligroso”, indígena, de zonas rurales, por nombrar algunas. Las experiencias dentro de una misma escuela pueden ser diferentes en función de las desigualdades producto del trato que reciban. Se trata de un tercer tipo desigualdad, en sintonía con el trabajo de Fitoussi y Rosanvallon, e implica contemplar tanto la construcción de fronteras simbólicas que diferencian trayectorias como la extendida percepción de la desigualdad en la calidad de los bienes educativos –tanto en recursos tangibles como infraestructura o materiales de estudio y en aquellos intangibles vinculados con las formas de circulación de los conocimientos, roles docentes o el tiempo escolar–, las interacciones que tienen lugar y las características de cada institución.

En el pasaje veloz a las clases virtuales es preciso recordar que hace varios años distintos trabajos, y las y los docentes lo saben mejor que nadie, constataron las dificultades de conectividad, los distintos usos del Programa Conectar Igualdad o hicieron hincapié en la constelación de tiempos y dispositivos que tienen lugar en las escuelas (muy recomendables los de Alejandro Artopulos, Sebastián Benítez Larghi, Inés Dussel o Nicolás Welschinger). Este último mostró para el caso de las computadora de Conectar Igualdad que, más allá de la accesibilidad al bien, este adquiere distintos sentidos para jóvenes y adultos, plasmándose tensiones acerca de las expectativas sobre tal (derecho, incentivo, regalo como mérito personal). Su trabajo permite desentrañar un aspecto central de las políticas de distribución de bienes, como los criterios de legitimidad que se construyen, y muestra que la posesión del bien también reconstruye fronteras categoriales (quién la merece, quién la cuida, quién no la necesita, no sabe usarla o le otorga un uso considerado poco legítimo). Es decir que hace tiempo teníamos problemas de conectividad. También de usos de las tecnologías. Pre coronavirus estudiábamos la regulación en los usos de celulares y computadoras; también sabíamos de sus múltiples dimensiones como plataformas para reuniones, circulación de información, militancia política, aulas de ESI, entre muchas otras cuestiones.

En el durante el coronavirus precisamos conocer las nuevas desigualdades y pensar políticas que intenten anticiparse a nuevos escenarios. Hay problemas menores que habrá que ir resolviendo. Sobre varios de ellos hay notas muy interesantes como el tiempo dedicado, la cantidad de materiales que menciona un muy lindo texto de Pablo Groisman o los recursos con que cuentan las distintas instituciones para virtualizar clases en poco tiempo, tal como reflexiona Patricia Ferrante en una nota en Perfil.

Otros refieren a las desigualdades dinámicas que me interesa plantear en este texto. El sábado 28 de marzo lo discutimos en Twitter, ese lugar que nos permite creer que mantenemos algo de sociabilidad, con varias personas, muchas a las que no conozco personalmente, y así @MatiDodel enfatizó en “los que tienen PC o Laptop y no solo celular, los que tienen canilla libre de Internet de fibra óptica y no una mala conexión y de 1 o 2 gigas de data cap”.  En esa conversación, @budano_ignacio se refirió al trabajo solitario de gran parte de la docencia, narrada en su relato: “armé un grupo de wp con las fichas con las familias porque nadie estaba leyendo las propuestas del blog. Mando propuestas tipo analizar un video de Seguimos educando que no requiere datos. Las mando por un padlet archivo p cuerpo de wp. Así y todo no responden.”. También es clara la necesidad de mantener contacto con quienes están en los bordes del sistema. Lo planteaba @malamadre: “trabajo en escuela de adultos en villa. Estamos moviéndonos exclusivamente por wp. Trabajando a destajo contemplando a wp como el único recurso y con tecnología limitada. Sabemos de flias que sostienen 1 sólo telefono con datos para las tareas de padres e hijos.”.

Muchas de estas políticas no tendrán un efecto inmediato durante la cuarentena, ya que, aún cuando los estudiantes reciban sus actividades, las desigualdades preexistentes tienen una ponderación mayor. Pero sí pueden plantearse como una hoja de ruta para repensar las desigualdades educativas en el mediano y largo plazo.

Del mismo modo que la clásica tarea escolar también produce desigualdades –la diferencia entre quienes cuentan con un espacio propio, la presencia de una figura adulta con ciertos conocimientos, biblioteca, diarios para recortar, la eximición de tareas de cuidado o laborales– en esta coyuntura se avecinan las mismas preguntas. Sobre estas desigualdades preexistentes ahora debemos pensar la constatación de nuevas desigualdades que llegan con la virtualidad. Además de las mencionadas, un aspecto crucial es el soporte donde miran (laptop, computadora de escritorio, tipo de celular) y la presencia intermitente de la escuela en su cotidianeidad (vía virtualidad).

La habilidad de estar presentes en línea en la que insiste @alepolus no refiere “a la creatividad sino a haber practicado formas asincrónicas de docencia en línea. Si no las conocieron antes de la pandemia están fritos… La falta de conectividad de las familias no debería ser un límite.” ¿Cómo se logra? ¿Es factible? ¿De qué manera garantizamos que lleguen contenidos, que no se amplíen las brechas entre lo que se enseña y da en una escuela, una localidad, una provincia y otra?

En principio no parecería tan complicado si se consideran los contenidos mínimos de los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios acordados para el nivel secundario, se planifican capacitaciones virtuales para docentes vía Nuestra Escuela o se realiza un seguimiento de las planificaciones vía libros de textos obligatorios en el nivel primario. Si las supervisoras trabajan codo a codo con los equipos directivos, si estos tienen la capacidad de promover que sus docentes graben videos cortos para enviar por Whatsapp a sus estudiantes. Si existe apoyo técnico (en conectividad, plataformas e ideas de equipos de formación) y comprensión desde los ministerios provinciales de las dificultades que pueden estar pasando también las y los docentes.  En la vida precoronavirus el Whatsapp era casi como el DNI en el sistema educativo, está en todas las fichas que completamos quienes tenemos hijos/as en edad escolar. No parece tan difícil, aunque no aparecen voces educativas planteando medidas ni políticas concretas.

La pandemia nos encuentra con un Ministerio nacional que, al igual que parte del gobierno antes de esta coyuntura y en múltiples áreas, no termina de definir su rol y líneas prioritarias. Aunque podía agenciarse el inicio de clases a tiempo (acordado con sectores sindicales afines al gobierno que iniciaba, lo cual no es un tema menor a considerar) poco se sabía acerca de las líneas de acción. Hoy, aparte de la rápida reacción de programar contenidos educativos en la TV Pública, lo cual está buenísimo pero son un complemento de lo que ocurre en el sistema, es preciso pensar desde la urgencia, pero con mirada de mediano y largo plazo. Planteado sin demasiada reflexión y con la aclaración que sería necesario pensar las ideas en detalle, cabe enfatizar algunas alternativas: formación en línea, buscar la centralización de los contenidos a través del diseño de plataformas unificadas y sencillas de utilizar, insistir en la presencia/contacto virtual de los y las docentes, equipos pedagógicos que planteen y pongan a disposición del sistema recursos (planificación de clases, videos, actividades de las más variopintas), recuperar un rol del Ministerio –vía Consejo Federal– de supervisión, acompañamiento y generación de contenidos para asegurar que la coyuntura no genere más desigualdades e intentar homogeneizar las actividades. Que los y las docentes se sientan acompañados y acompañadas ante la emergencia, tanto como deben sentirse familias y estudiantes. Eso implica combinar retribuciones económicas y simbólicas. Un apunte para ahora mismo: no sería mala idea que en vez de correr por lo virtual, los diversos ministerios probaran el desarrollo de videos cortos, sencillos, con ideas para familias y para estudiantes. Hoy la tarea central puede pasar más por lo lúdico que por recuperar contenidos.

Muchas de estas políticas no tendrán un efecto inmediato durante la cuarentena, ya que, aún cuando los estudiantes reciban sus actividades, las desigualdades preexistentes tienen una ponderación mayor. Pero sí pueden plantearse como una hoja de ruta para repensar las desigualdades educativas en el mediano y largo plazo, en tanto pensemos que gran parte del esfuerzo presupuestario, técnico y de recursos debería orientarse a quienes salieron más desfavorecidos de esta coyuntura. Asimismo, la formación podría implicar, para mediano y largo plazo, una vez que los tiempos escolares retomen sus ritmos más tradicionales, la conformación específica de la figura de tutores/as virtuales, con presencia en línea, a los cuales estudiantes y familias puedan recurrir para resolver tareas y actividades durante el coronavirus y en el escenario post coronavirus. Podría implicar también la puesta en marcha de estrategias que, sin perder la búsqueda de construcción de un universal, sostenga el trabajo cotidiano de docentes en zonas más críticas y desfavorecidas, conformando equipos de respuesta territorial con formación pedagógica tanto como en culturas juveniles y diversos aspectos como embarazo adolescente, aborto, adicciones, orientación laboral, entre otras cuestiones.

La última discusión es sobre la necesidad del cumplimiento de los “famosos” 180 días de clase. En nuestra irrefrenable pasión por plantear leyes de difícil cumplimiento en el año 2003 se sancionó la Ley 25.864/2003 que fija un ciclo lectivo anual mínimo de CIENTO OCHENTA (180) días efectivos de clase y establece la necesidad de compensar los días de clase. Esta ley requiere hoy de nuevas reflexiones. Pre coronavirus sabíamos que el tiempo en la escuela no garantiza per se aprendizajes significativos y que la “pérdida de clases” afecta desigualmente a las personas de acuerdo al establecimiento donde estudien. Algo similar podemos pensar de las propuestas, tan en boga, de jornada extendida: ¿más horas de qué?: Es muy distinto si se trata de más horas libres, de clases sin planificación o de parejas pedagógicas, tutores/as, diferentes actividades didácticas, entre otras. La ley puede funcionar como un corset para familias, educadores/as, niñas, niños, jóvenes, funcionarios, técnicos, personas de toda edad y condición que a fines de diciembre no van a querer estar en una escuela. Es la oportunidad para enfatizar en la recuperación de contenidos que en días de clase (aunque se podría adelantar el inicio del próximo año lo importante es lograr tiempo en aprendizajes significativos).

Pre coronavirus sabíamos que el tiempo en la escuela no garantiza per se aprendizajes significativos y que la “pérdida de clases” afecta desigualmente a las personas de acuerdo al establecimiento donde estudien. Algo similar podemos pensar de las propuestas, tan en boga, de jornada extendida: ¿más horas de qué?

Esto no implica que dejemos de lado la reflexión sobre el tiempo. En un libro hermoso llamado En defensa de la escuela, Masschelein y Simons enfatizan que estar en la escuela es precisamente tener tiempo libre, en tanto pone en suspenso el peso del orden social, las tareas y roles que se deben realizar en otros espacios como el trabajo y la familia. Dicen: “la escuela es el tiempo y el espacio en el que los estudiantes pueden abandonar todo tipo de reglas y expectativas relacionadas con lo sociológico, lo económico, lo familiar y lo cultural. En otras palabras, dar forma a la escuela (hacer la escuela) tiene que ver con una especie de suspensión del peso de todas las reglas. Una suspensión, por ejemplo, de las reglas que dictan o explican por qué alguien –y su grupo o su familia– cae en cierto peldaño de la escala social. O de la regla que afirma que los niños de viviendas protegidas no tienen interés en matemática, o que los estudiantes de la formación profesional les distrae la pintura, o que los hijos de los industriales prefieren no estudiar cocina”.

El durante el coronavirus puede darnos claves para pensar el post coronavirus y la necesidad de resignificar un tiempo de escuela –que puede darse también de manera virtual– que no esté vinculado con la productividad, sino que mantenga como premisa la expectativa de poner en suspenso las reglas del orden social.

Esta coyuntura deja una pregunta inquietante acerca del comportamiento de nuestro federalismo, la distribución de recursos, los incentivos presupuestarios (varios hilos en Twitter de Alejandro Morduchowicz nos ilustraron sobre estas definiciones). En el hoy es preciso centralizar actividades, vía Consejo Federal, apoyar a las provincias con menos equipos técnicos para trabajar en la coyuntura. Tal vez sea el punto de inicio para replantearse el esquema de las políticas educativas en el país así como una sociedad que deje de pensar en términos de héroes y heroínas y genere la posibilidad de construir un andamiaje institucional que no pierde de horizonte la expectativa de acortar las brechas de desigualdad.

Por qué no abrimos antes Google Classroom

por Manuel Beccerra

http://revistaanfibia.com/ensayo/no-abrimos-google-classroom/

No fue por resistencia ni conservadurismo: las TIC entraron al aula pero sin quitarle jerarquía a las estrategias didácticas clásicas, escribe Manuel Becerra. La cuarentena desnuda a la educación pública porque desnuda toda la dinámica social. Entre arriar la bandera y compartir materiales por Bluetooth, la institución como la conocíamos fue una suma de experiencias. Qué pasará con la escuela y sus rituales después del confinamiento, cómo hará para mestizarse también con este momento de la historia.

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jueves, 7 de mayo de 2020

Los estudiantes volvieron a clases en Wuhan, epicentro del coronavirus en China

Hace diez días que China no reporta muertes por la covid-19

La reapertura de colegios en Wuhan se dió sólo para el último año de los colegios secundarios. En paralelo, ante acusaciones de Estados Unidos, China manifestó que no es el momento para investigar el origen de la pandemia.
Fuente: Página 12
A clases con barbijos y pupitres anticontagio.

Tras cuatro meses con los colegios cerrados los estudiantes de último año de las escuelas secundarias de Wuhan, epicentro del coronavirus en Chinavolvieron a clases. Dentro de las medidas que tomó el gobierno para la vuelta a las aulas están el uso obligatorio de barbijos, detectores de temperatura y cumplir con el distanciamiento social. En paralelo, el embajador de China en las Naciones Unidas Chen Xu manifestó que no es el momento para investigar el origen de la pandemia. De esa manera respondió al reclamo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su Secretario de Estado, Mike Pompeo, quienes sostienen que el coronavirus fue creado por ChinaDesde hace diez días que el país asiático no reporta nuevos muertos por la covid-19. En las últimas 24 horas se informaron dos nuevos positivos provenientes del extranjero.

Pupitres anticontagio

Cuando llegó el coronavirus al China el ciclo lectivo ya se encontraba paralizado por las festividades de año nuevo. La jornada del miércoles marcó el regreso a las aulas para los alumnos de Wuhan que se vieron cara a cara por primera vez en el año. Sin embargo tuvieron que llevar barbijo y pasar por cámaras infrarrojas para detectar posibles casos de fiebre. En algunos colegios los pupitres fueron revestidos con biombos de acrílico para evitar contagios. Además, alumnos, maestros y personal no docente estuvieron en aislamiento durante las dos semanas precias a la reapertura.
Los adolescentes se mostraron contentos con al vuelta a clase. "Por fin recomienza la escuela", dijo una alumna en la red social Weibo. "Es la primera vez que estoy tan contenta de volver a clases, a pesar de que tengo examen en dos días", agregó. Los jóvenes de Wuhan se encontraron con una nueva disposición de las aulas por la pandemia: tuvieron que sentarse en mesas individuales separadas un metro una de otra, de frente a sus profesores. Además, se les entregarán dos barbijos por día. Los aulas fueron acondicionadas para que solo entren 30 personas. Desde enero que las escuelas permanecían en receso, antes de que se decretara la cuarentena en Wuhan y en toda la provincia de Hubei, ubicada en el centro de China. Como en el resto del país, desde aquel entonces los estudiantes seguían los cursos por internet.
Sin embargo las autoridades de Hubei reanudaron las actividades escolares de manera diferenciada. La fecha de inicio de las clases para las otros años de la secundaria, así como para los alumnos de la escuela primaria, aún no fue anunciada. También en las gigantescas metrópolis de Beijing y Shanghái sólo los estudiantes del último año de la secundaria volvieron a las aulas. Deberán ponerse al día para los exámenes finales cuyas fechas fueron postergadas un mes, hasta principios de julio.
Los casos declarados de coronavirus se redujeron de manera drástica en China las últimas semanas. Los número totales parecen estancados en tormo a los 82.883 casos positivos y 4.633 muertos. La Comisión Nacional de Salud informó que 395 personas siguen hospitalizadas por la enfermedad. Otras 949 se encuentran bajo aislamiento y en observación por tratarse de casos que dieron positivo al coronavirus pese a no mostrar síntomas, según informó la agencia de noticias china Xinhua. Wuhan había permitido la entrada y salida de personas de la ciudad el pasado 8 de abril, tras 76 días de aislamiento. Las autoridades de Salud de la provincia informaron que allí no hay nuevos casos de la covid-19 desde hace 32 días.

El debate por el origen

Asimismo, China respondió a las acusaciones de Estados Unidos sobre el origen de la pandemia. El gobierno asiático pidió a la comunidad internacional concentrase en combatir al coronavirus. "Creo que por el momento la primera cosa, la mayor prioridad, es salvar vidas”, dijo Xu, embajador ante la ONU en Ginebra. El funcionario resaltó que el contexto actual no es propicio para realizar análisis serios. “Si hablamos de investigaciones o de evaluaciones necesitamos una buena atmósfera, no se pueden permitir críticas motivadas por razones políticas. Esto es un virus político que se disemina y que hay que parar”, sostuvo Xu.
En los últimos días, tanto Trump como Pompeo habían declarado que su gobierno contaba con pruebas de que el nuevo coronavirus no tuvo origen animal, sino que fue fabricado en un laboratorio. Pero la Organización Mundial de la Salud desmintió varias veces que el virus haya sido manipulado genéticamente. Por su parte, el embajador chino sostuvo que las acusaciones norteamericanas no contribuían a combatir la pandemia. "Es mentalidad en la clase política de Estados Unidos que culpa a China de todo", sostuvo el funcionario. También enfatizó que el gobierno norteamericano estaba buscando desviar la atención de su fracaso en el combate a la covid-19. "Si el presiente Trump o el señor Pompeo tienen pruebas, que las presenten al mundo entero en vez de señalar con el dedo (...) Son los científicos los que pueden responder a estas cuestiones", afirmó Xu. Además sostuvo que aún no podía saberse si el virus había nacido en Wuhan u otra parte del mundo. “Algunos mencionan que en Francia se reportaron casos en diciembre, pero no podemos sacar así de fácil la conclusión de que el primer caso se originó allí", explicó el funcionario.

“La calidad de la educación en un enfoque competencial”

Bienvenido sea el controvertido término de las  “competencias básicas” , entendidas como capacidades holísticas e integrales, como conjuntos...